una mujer sentada al borde mirando hacia el mar

Una vez más, por Y.A. Carnation

"Un nuevo día, donde ciertamente aún seguía con vida".

Por Y.A. Carnation

Sería hoy, sin dudas, ni cobardías. Sin arrepentimientos, ni sobre pensamientos. Sin vueltas atrás en absoluto. La luna cederá su espacio al sol para brillar y dar lugar a un nuevo día. Se esconderá y al irse, se llevará también mi respirar. Sin duda alguna, el sol saldrá y mi existencia no será más. 

Ciertamente, el mundo seguirá rotando, pero no más con mi presencia en él. No caminaré más en sus prados, no saciaré mi paladar con sus frutos, no miraré más su despertar ni su dormir. Me iré. 

Así como veo el mundo por debajo de mis pies, oscuro y aguardando la llegada del sol, arrojaré mi ser al vacío. Cada parte de mí tirada en el oscuro abismo, donde nadie podrá reconocer de quién eran los pedazos rotos y regados de una sonrisa ajena. Bueno, si es que lo que expresan mis labios se pudiera considerar una verdadera “sonrisa”. Dudo que se pueda. 

Estos labios son incapaces de formar tal expresión. Mucho menos mis ojos, quienes perdieron la luz hace mucho tiempo. Aun menos este corazón, que late, pero no siente. En vez de rebosar con un color deslumbrante y vivo, es consumido en un color oscuro e insensible. Duele, arde, y quiero que pare. 

Pero ya no arderá más, no más. Es hora.

— Hermosa noche la que tenemos, ¿mm? 

Miré hacia al lado, mi corazón sobresalió de mi pecho al escuchar otra vez y ver a alguien sentado a mi lado. ¿Cuándo llegó aquí? El individuo solo me miró, y sonrió. 

—Espero no haberte asustado —Dijo serenamente. 

Solté un suspiro incrédulo 

—Claro, creo que no te salió bien.

El hombre solo se río nuevamente, y volvió su mirada al cielo, para ver las nubes pasar y callar por un tiempo. Genial, lo que me faltaba. Ahora cómo podré terminar con este aquí viéndome. De seguro intentará decirme que no lo haga. No puedo permitírselo, me armé de mucho valor como para salir de aquí sin éxito alguno. Que rabia. 

—Oh vaya, eso no se ve bien — dijo nuevamente al mirar mis manos. —¿Qué le pasó?

Cuando volteo mi mirada hacia mis manos, me encuentro con mi corazón, o por lo menos, lo que queda de la maqueta que había hecho del mismo. Estaba fea, destruida, y había perdido su color. Le respondí, 

—Se me calló, y bueno, cómo puedes ver se rompió —solté una carcajada sombría. —Me dieron F sin darme una oportunidad para arreglarlo —terminé explicando. 

—Mm, entiendo. Es una lástima, de seguro solía verse mejor — me dijo.

—Sí, se veía mucho mejor…

Caímos en silencio, solo por unos segundos, hasta que volvió a hablar. 

—Si no te molesta, ¿me permites arreglarlo? —me preguntó, y sentí ganas de reírme de forma incrédula. 

—No sé tú, pero creo que está muy lejos de poder ser reparado. De todos modos, ya no importa, es solo basura.

—Yo no lo veo así —refutó suavemente. —Verás, sé una que otra cosa de carpintería.

—¿Qué tiene que ver eso? —le pregunté. 

—Quizás pueda repararlo —respondió acompañado de un gesto con sus hombros. 

—¿Y si no puedes arreglarlo? Habrá sido una pérdida de tu tiempo que de seguro podrías estar gastando en cosas mucho más importantes que esta conversación.

—Pruébame.

Me miró a los ojos de una forma que no puedo explicar, pero algo en mí pedía que se lo diera. Quizás el cansancio ya ni me permite pensar con claridad, o solamente era rendición lo que sentía. Así que, sin mucha resistencia, le pasé el corazón despedazado. Él lo miró detenidamente, examinando y analizando cada pieza y ruptura. Mientras hacía esto, me miró nuevamente. 

—Y dime, ¿qué te trajo por acá a estas horas de la noche? No me gustaría asumir que viniste hasta acá para lamentar que se te rompió el corazón. 

Solté una carcajada sarcástica. 

—Lamento decepcionarte supongo —dije sin mirarlo. 

—No me decepciona, es una razón válida a la verdad. De seguro pasaste mucho trabajo en hacer esta maqueta como para que no te dieran una segunda oportunidad, es algo insensible. 

—Bueno, no se le puede hacer mucho. Todos tienden a ser así, ya me acostumbré. 

—¿Todos? ¿Alguien más no te ha dado una segunda oportunidad?

Muchas personas, pensé en mi cabeza, pero no dije. No las culpo, no es fácil lidiar con una persona que parece no moverse por nada. Parada y detenida en un momento sin deseo alguno de seguir adelante y moverse al ritmo de la corriente. Realmente, no los culpo. Quizás hasta yo también hubiera abandonado una persona así. 

—Entiendo, es una pena —me dijo.

—Para nada, es mejor alejarse de los que no aportan a tu vida, ¿no? —dije sin mirarlo.

—En parte, no es bueno ser influenciado por ese tipo de personas —tomó una pausa, y luego habló. —Pero todos merecemos una segunda oportunidad. Creo fielmente que no deberíamos darles la espalda a nuestros seres queridos. Mucho menos rendirnos en ellos. 

Cuando él dijo eso, solté un suspiro pesado. No quería verle la cara, si lo hacía, quizás derramaría lo que no quiero dejar salir. 

—Tal vez tengas razón. Pero piénsalo, imagina que conoces a alguien que parece ser un bueno para nada. Todo le sale mal, la suerte nunca está de su lado, y para colmo, cada vez que le hablas, es como si su único lenguaje es lo desmotivador —Al decir todas estas cosas, escuché como el hombre se reía, me volteé para verlo. 

—Lo siento, lo siento. Entiendo lo que me tratas de decir —me miró con serenidad. —Sí, ese tipo de persona suena como alguien difícil de lidiar. 

—Entonces, ¿lo abandonarías cierto?

—No, no lo haría. 

Sentí mis ojos abrirse con una emoción de asombro, no entendía. No entendía lo que este hombre trataba de decir. Sus palabras, de una forma inexplicable, calmaban una tempestad dentro de mí que no pensaba que sería capaz de ser aliviada. No entiendo. 

—Le diría a esta persona, no te rindas, lo que sembramos, un día lo cosecharemos, si no desmayamos, claro. Y si aún le salen las cosas mal, quizás no es que sea un bueno para nada —pausó y luego volvió. —Sino que tal vez, el camino que está tomando no es el indicado, y debe reevaluar cuál es su verdadero propósito para estar de pie en este tiempo. 

Algo, pequeño pero cierto, encendía dentro de mí. Una llama, pequeña pero ardiente. Sus palabras la encendían. Eran como leña que intentaba ayudar a que creciera para eliminar la ausencia de luz en la que se encontraba. Con un ceño fruncido me forcé a preguntarle.

—¿Propósito? ¿Qué propósito?

—La razón por la que vive, por supuesto. Debe haber algo de lo que es capaz —respondió, como si fuera lo más obvio. 

—… ¿Y si no hay propósito? ¿Entonces qué?

Me miró por unos segundos, una expresión en sus ojos que no puedo descifrar exactamente lo que intentan reflejar. 

—Todos tenemos un propósito — respondió simplemente —Incluso tú. 

Un jadeo suave se escapó de mis labios. Sentí mi mandíbula suavizarse, mis manos desenredarse del puñado que había formado sin darme cuenta. ¿Cuánto había esperado por escuchar esas palabras? ¿Rogado por qué alguien me las dijera con la seguridad que este desconocido me las decía a pesar de no saber quién soy? Pero así de rápido como una estrella fugaz, la suavidad floreciente que este hombre había logrado sacar de mi corazón, se esfumó cuando las imágenes de la razón por la que estaba en el punto más alto y lejano de arrepentimiento volvieron a la superficie. 

—Deja de hacer eso.

—¿Hacer qué?

—Darme razones para seguir aquí. 

Calló el silencio en medio de nosotros, ninguno hablaba, solo nos mirábamos. Nuestros ojos siendo los que seguían la conversación, sin palabras, solo expresiones. Después de no recibir una respuesta, solté una carcajada, y me levanté.

—No saltes.

—¿O qué? ¿Qué es lo siguiente que me vas a decir? ¿Que no vale la pena? ¿Que alguien sufrirá mi pérdida? —mis ojos lo miraron con desprecio, ya me harté de la conversación, habló suficiente. —Escucha, no sé de dónde viniste ni por cuánto tiempo me llevas observando, pero tú no sabes nada. Los que se hacían llamar mis amigos ya no están. Los que se hacían llamar mis cuidadores ya no están. No hay nadie en este mundo que extrañe mi presencia y no pienso seguir tratando de vivir después de intentarlo tantas veces y fracasar una y otra vez. —un sollozo se escapó de entre mis labios, el nudo en mi garganta desenvolviéndose y derramándose como agua en el piso. —Ya no quiero seguir intentándolo, no quiero más… ¡Voy a saltar y no hay nada que puedas hacer para detenerme!

Cambié mi mirada de vuelta al vacío, al suelo lejano que parecía anticipar mi caída. Muy pronto la recibiría.

—No saltes —repitió. Esta vez con un tono que parecía rogarme. —Por favor. 

—¡Ya basta, no hables más! —exclamé mientras gotas de agua cayeron de mis ojos y quemaron mis mejillas. —¿Por qué sigues tratando? 

No sé en qué momento pasó, pero su expresión cambió de uno sereno a uno adolorido. En agonía y absoluto dolor, como si pudiera sentir lo que yo sentía. 

—Porque no puedo dejarte ir, no quiero dejarte ir —dijo simplemente. 

—¿Por qué? 

Hubo una pausa, solo me seguía mirando. Sus ojos nunca dejaron los míos. Luego, soltó un suspiro exasperado y comenzó a hablar. 

—Porque, aunque tu padre y madre te abandonen, yo nunca te abandonaré. Aunque el mundo te dé la espalda, yo nunca esconderé mi rostro de ti —pausó y luego continuó. —Cuando estés en tu momento más bajo, y sientas que nadie te ve, yo te veré, y estaré contigo… 

Miró hacia abajo, y fue entonces cuando vi que mi corazón, la maqueta del corazón que estaba rota y que había perdido su resplandor…estaba arreglada, sin manchas ni arrugas, como si nunca hubiera estado rota. Sus colores de vuelta y mucho más brillantes y vivos que antes, coloreada como si nunca hubiera estado sin color. Él había arreglado el corazón, realmente lo arregló. 

—No puedo asegurarte de que el dolor y la duda nunca vendrán porque ¿qué sentido tendrá la vida si no aprendemos de nuestras heridas? Pero te aseguro, así como pude arreglar esta maqueta, puedo sanar el verdadero corazón, y te prometo que nunca enfrentarás la vida por tu propia cuenta porque yo estaré. Hasta el fin de los tiempos, a tu lado, si me lo permites.

—…Ni siquiera te conozco —le expresé confundida, a lo que él sonrío. 

—Pero yo te conozco a ti y muy bien. 

Luego de un segundo, vi como el hombre se levantaba de dónde estaba sentado. Sus ojos nunca apartándose de los míos a medida que se bajaba y alejaba de la orilla, una vez abajo, extendió su mano hacía mí. Esperando que la tomase. Muchas emociones vinieron sobre mí. Sentí mi pecho inflamándose con ansiedad, urgiéndome a tomar una decisión. 

Miré al vacío una vez más, y muchos pensamientos llegaron para traerme razones por las qué olvidar todo lo que he oído y saltar de una vez por todas al olvido. Pero al mirar al hombre de vuelta, más pensamientos llegaron y trajeron razones por las qué vivir. Sentí una genuina curiosidad por saber quién era él y cómo sabía tanto de mí. Quizás lo que dice es cierto… quizás, lo pueda intentar una vez más, y esta vez sí habrá más. 

Sin darme cuenta, mi cuerpo ya había tomado una decisión antes de que mi mente pudiera refutar. Mis pies cuidadosamente bajaron y se alejaron de la orilla. Lo vi, como un niño que después de estar perdido, finalmente veía de frente a su familiar, y un sentimiento como ninguno envolvió mi corazón, haciéndome ver realmente como un infante. Quería un abrazo.

Él sin hacerme preguntas, y al parecer haber mis pensamientos sin necesidad de emitirlos, vino hacia mí y me abrazó. Por primera vez, en mucho, tiempo sentí paz. La tormenta había pasado, los cielos ahora estaban despejados. De una forma que no puedo entender, mi alma encontró reposo en sus brazos y se sintió como si finalmente había encontrado su hogar. Finalmente, había encontrado donde debía estar. 

—Vaya, mira eso. 

—¿El qué? —le pregunté. A lo que Él bajó la mirada y me sonrió. 

—El sol ha salido, y aún sigues aquí. 

En efecto, al voltear la mirada vi como en la distancia, los sutiles colores anaranjados y rosados comenzaron a decorar el cielo, los azules marinos desaparecieron poco a poco según los cielos eran aclarados; y el sol entre medio de los montes hizo su grandiosa entrada. Declaró la llegada de un nuevo día. 

Un nuevo día, donde ciertamente aún seguía con vida. 

Salmos 27:10 

Mateo 11: 28

Isaías 41:10 

La.Corcheta
La.Corcheta
Articles: 238