Gabriela Enid Morales Hernández
Capítulo 1 (primera parte)
El 21 de abril de 1995, en el pueblo de Hell, perdido en la inmensidad de los pescados, nació la última hija del rey Lucien y la reina Eve. La llamaron Alma.
Lucien y Eve estaban muy felices con el nacimiento de su última pequeña. La bebé tenía unos hipnotizantes ojos color amatista, cabello rubio ondulado y tez blanca.
— Es muy hermosa —, la madre acurrucaba a su hija entre sus brazos, mientras la trataba de dormir.
— Sí, es muy hermosa como su madre y sus hermanas, — dijo su amado esposo entrando por la puerta y colocando una bandeja de frutas en la mesita de noche.
La recién nacida bostezó, mientras se estiraba y se acomodaba en los brazos de su madre. Alma tenía puesto un vestido rosado que se ataba a la espalda, y unas zapatillas plateadas que combinaban con la cinta que llevaba en la cabeza.
— Mi amor, mira ya se quedó dormida — le susurró Eve a Lucien para que Alma no se despertara.
La reina se puso de pie y colocó con mucho cuidado a Alma en su cuna. Eve se quedó observando a su hija mientras su rey se le acercaba y la rodeaba con sus brazos fuertemente.
— Déjame alimentarte para que puedas descansar un poco. Debes estar cansada, después de haber dado a luz a nuestra hermosa hija — . Ahora Lucien le susurraba a su amada al oído.
Eve arropó a su bebé, tapándola hasta el cuello. La madre se inclinó sobre la cuna y le dio un beso a su hija en la frente.
Ven, vamos a nuestra habitación —. Lucien le pasó el brazo a su reina por la cintura y le besó la frente. El rey cogió la bandeja de frutas mientras seguía abrazando a su reina. Juntos se fueron a su habitación dejando atrás a su hija que dormía profundamente.Eve cerró la puerta lentamente y sin hacer ruido para que Alma no se despertara. Esa puerta conectaba el cuarto de Alma con el cuarto de sus padres, así podían tener intimidad y estar pendientes a cualquier necesidad de su hija.
Al cabo de un rato, Eve reposaba en su cama matrimonial totalmente dormida. Lucien salió del baño con pantalones de cuero, una camisa y un par de botas; su vestimenta completamente negra y debajo de todo eso, algunas armas escondidas en lugares estratégicos para su protección.
Lucien se acercó a la cama en donde estaba su esposa. Le retiró un mechón de pelo de la cara y le besó la frente.
— Te amo — dijo él dirigiéndose a la puerta.
Lucien salió de la mansión fortaleza completamente armado y listo para cazar. El rey bajó las escaleras sin hacer ruido para que los demás, que se encontraban ya dormidos, no se despertaran, pero tan pronto cruzó el patio para dirigirse al bosque, una luz se encendió.
Miró por encima del hombro, vio a una mujer con pelo negro recogido en un moño, y una túnica blanca. La mujer allí parada, era la niñera de la casa, Keira.
— Voy a salir un momento, Keira. Asegúrate que no le pase nada a nadie – le ordenó Lucien.
— Si, señor —. Keira dio media vuelta y desapareció por la puerta que daba a la cocina.
Lucien apagó la luz y siguió su camino. Cuando fue a atravesar los grandes portones del castillo para salir al bosque, un guardia lo detuvo.
— Señor, ¿va a salir? —, dijo uno de los tantos guardias que se encontraban en la entrada.
— Sí, voy a salir. Vuelvo luego, — dijo Lucien arreglándose los pantalones de cuero.
— Pero, mi señor, ¿no va a usar su auto? La noche parece peligrosa.
— No, prefiero caminar. Quiero despejar mi mente. Además, me puedo defender solo, — dijo tocándose las armas que tenía en las caderas.
— Cierto, señor.
El guardia le abrió las grandes puertas y el rey salió dando grandes zancadas. Lucien caminó por el bosque y se detuvo cuando escuchó un sollozo. El rey miró a su alrededor y vio de donde provenía aquel llanto. Cerca de un árbol había una mujer con la cabeza entre las piernas que lloraba sin parar. El rey se acercó y se arrodilló frente a la mujer.
— ¿Cómo te llamas? — le preguntó mientras le subía la barbilla con sus grandes manos para mirarla a los ojos.
— Rebeca, ¿y tú quién eres? — le susurró ella mientras se secaba las lágrimas de los ojos.
— Sabes… — le dijo el hombre tocándole el cuello, tengo hambre.
— ¿Qué?¿Qué eres? — a la mujer le empezó a entrar pánico.
— Soy un vampiro — de la boca del rey salió un siseo y la mordió.
***
22 años después…
— Alma, cariño, levántate. Se te va hacer tarde para la universidad.
Keira trató de levantar a Alma, pero ella estaba totalmente dormida. Lo último que hizo fue abrir la ventana para que entrara el sol a la habitación.
— Ah — bostezó Alma mientras se estiraba en la cama. ¿Qué hora es, Keira?
— Es hora de que te levantes y te prepares para la universidad o sino se te va hacer tarde.
Keira estaba metida en el armario de Alma. De allí sacó un par de mahonés, una camisa blanca y unas zapatillas deportivas negras. Cuando se dio media vuelta Alma todavía estaba en la cama.
— ¿Qué estás esperando? Vamos, levántate — le ordenó Keira.
— Está bien.
Alma se levantó resignada de la cama y desapareció en el baño. Keira se quedó mirando el armario de la joven. Se veía tan ordenado que si lo comparaba con su vida, el armario sería un desastre total. Ella siempre había pensado que su vida era un desastre porque le escondía secretos a las personas que más amaba.
En ese momento, Alma interrumpió sus pensamientos.
— Keira, ¿me podrías traer jabón? El que tenía ya se acabó — le gritó Alma desde la ducha.
— Sí, ya voy, cariño — Keira se dirigió al cuarto de baño, mientras pensaba que era hora de contarle a alguien su secreto.
Próxima publicación: Capítulo 1 (segunda parte)