Dinelia Mathew López
En una plazoleta, los vendedores dan voces en el mercado de frutas y verduras. Los mercaderes suenan las campanas de sus carritos de piraguas y algodón; hace eco por las callejuelas para atraer compradores. Las calles son de adoquines, las paredes de varios negocios lucen con pintura descolorida y en los vecindarios las casas de madera están desgastadas.
Un cálido vientecillo sopla del este; mueve las ramas de un enorme árbol de Guaraguao, situado cerca del área de recreo de una escuela. Se desprenden hojas de varios tonos verdosos y marrones que caen en el suelo. Una niña de piel morena, que parece una india con su pelo negro, con lazo rosado y zapatos mugrientos, recoge las de color marrón. El viento las arrastra de un lado a otro. Ella grita de alegría, mientras corre al tratar de alcanzarlas. Escucha niños hablando alto y riendo muy fuerte. Lleva las manos a los oídos, al sentir un zumbido prolongado y molestoso. Ve a una niña con pecas y pelo rojo, recogido en un rabo. Le quitan una jirafa de peluche. Empiezan a lanzarlo entre ellos. La niña se molesta y parece estallar con el rostro sonrojado y pelo colorado.
—Dámelo, dámelo —vocifera al correr por todas partes, mientras se burlan de ella.
Uno se descuida y la colorada alcanza a tocar el peluche. La empujan fuertemente y cae con las manos en el suelo. Lanzan la jirafa al pasto. La niña llora de frustración. Se mofan y la señalan entre todos. Se van del lugar y continúan riéndose.
La india que juega entre las hojas recoge la jirafa y le sacude el sucio. Se acerca a la colorada, quien se levanta del suelo y se sorprende al verla con su peluche.
—Soy Alira —dice la india al extender la mano para darle la jirafa.
La colorada no está segura de escuchar su nombre claramente, al notar que habla de una manera extraña y acelerada.
—Yo soy Daneshka. Gracias por no dejar tirado al señor jirafa.
—That’s Mr. Giraffe! So funny —dice Alira, riendo a carcajadas—. I play with Mr. Tree and the hojas. It’s fun.
Daneshka no entiende lo que dice. Ve los zapatos sucios y sonríe pasmada. Mira alrededor y decide marcharse en silencio.
—Bye, niña.
La india se despide con la mano. Regresa a jugar con las hojas del señor árbol; inconsciente de lo sucedido, indiferente hacia el rechazo ajeno. Para ella es un día normal, como cualquier otro.