Idalís García-Reyes
La paz camina por los pasillos de la casa en silencio. Toca cada puerta. Toca la primera puerta y está abierta. Toca la segunda puerta y también está abierta, El Niño duerme. Toca la tercera puerta, puerta-calabozo, y está cerrada. Esa puerta no abre, tiene seguro. Puerta cerrada y siento paz. Camino por el pasillo de la paz y llego a la cocina que está limpia. Antes de la cocina, camino por el pasillo y está el baño. El baño prende, ahora prende la luz que antes vivía agotada. Camino por el pasillo de la casa paz y la sala tiene una mesa de café nueva. En el techo del pasillo la paz sigue en silencio hasta llegar a la hamaca. El Niño duerme en paz. Duermo en paz. Hay lugares seguros a los que se les cambia la cerradura en todas las entradas. Camino por el hogar en paz. Tres pasitos son jengibre, canela y cúrcuma. Hogar de silencio. Niño duerme. Le sonrío. Aún tiene un poco de fiebre, pero sé que estamos en una calma nítida. Le cuento a mi niño, le hablo de mi padre. Mi padre decía que los monstruos no estaban debajo de la cama, tampoco escondidos en los armarios. Los monstruos no existen, los malos están afuera y se visten de gente. Lo poco que supe de la maldad, lo supe así, afuera, en otro lugar lejos de la casa. Y creí que hacer casa era tan fácil como cerrar paredes.
Aún así, acá siento el bienestar del calor en una taza caliente que hierve antes de dormir. Eso también puede ser paz.