Por Génesis Ramírez
Hace mucho tiempo en San Juan, vivía Elena Sánchez. Era hermosa, encantadora. Tantos atributos cautivaron a los hombres de aquel pueblo falto de señoritas. En especial a Francisco, quien tenía buen ojo para las mujeres. Estaba enamorado, ya todos lo sabían, incluyéndola. Pero a pesar de sus intentos por conquistarla, nunca lograba que su amor fuera correspondido. Todas las veces recibía el mismo trato, una sonrisa y palabras amables que lo seducían. Tanto cariño despertaba en él cierta esperanza, esperanza que guardó muy arraigadamente. Pero un día la vio con uno de sus muchos pretendientes, uno que la parecía estar conquistando. Esa expresión en los ojos de Elena, esa sonrisa que aquel hombre parecía provocarle lo desestabilizaba. Elena estaba en edad de casarse y Francisco sabía que su tiempo era limitado. En su tristeza sintió que perdía los estribos y se aproximó al bar más cercano para embriagarse hasta el más íntimo de los sentidos. Sin embargo, su desesperado intento por mantener la cordura parecía no hacer efecto. Imaginaba a Elena casándose con aquel hombre, siendo suya. No entendía qué veía Elena en él. Quería acabarlo, acabar con su existencia.
—Ven a mi casa y sé mía —le había dicho reiteradas veces—. Tú serás mi tesoro.
—Ay Francisco, seguro encontrarás una mujer para ti. Eres buen hombre, pero no el mío.
Le empezaba a dejar de importar si Elena lo considerase su hombre alguna vez. Estaba seguro de que ella sería su mujer algún día. Imaginaba formas de acabar con Miguel cuando se dio cuenta de que Elena tenía demasiados pretendientes como para acabar con todos. Si bien Miguel era el mayor problema ahora, no tardaría en llegar otro que robara su atención. Además, hacía un tiempo que varias mujeres jóvenes habían desaparecido del barrio y aún el caso no se resolvía. Elena era una de las pocas muchachas que quedaba. Decidió entonces que acabaría el problema de raíz, acabaría con Elena. Inconsciente de su estado de embriaguez, se aproximó a Elena que estaba en el mercado.
—Elena, acompáñame un momento —dijo tambaleándose. Elena notó su estado y se negó a ir con él.
—En otra ocasión Francisco, hoy estoy ocupada.
Francisco pensó que Elena lo rechazaba porque volvería con Miguel. Entonces, por celos, rompió su botella de cristal y arremetió contra ella. Elena retrocedió poco antes, pero le produjo un corte pronunciado en su rostro. Entonces lanzó un alarido que alarmó a todos en el pueblo. Cuando Francisco vio la ira de la gente huyó.
A Elena la llevaron al hospital. Mientras tanto, un grupo se había dado a la tarea de encontrar a Francisco, a quien ya le habían perdido el rastro. Luego de horas de búsqueda encontraron una pequeña choza abandonada. Se aproximaron y tumbaron la puerta. Cuando entraron vieron allí a todas las mujeres que habían desaparecido. Se decía, por el olor, que hacía tiempo que se encontraban ahí: sin comida, sin agua, sin… De inmediato llamaron a la policía y el caso comenzó a popularizarse. Elena terminó con una gran cicatriz y de Francisco no se volvió a saber nada por mucho, mucho tiempo. No fue hasta 15 años más tarde, cuando en la capital comenzaron a realizarse diversos feminicidios cuyos orígenes aún eran desconocidos. Esa falta de resolución fue lo que refrescó la memoria a aquellos que habían vivido el incidente de Elena varios años antes. Obligándolos a preguntarse si acaso se trataba de Francisco. Elena estaba especialmente preocupada. Aún tenía pesadillas desde el incidente y, además, el gobierno nunca le había dado la protección necesaria tras aquel atentado. Su esposo, Miguel, intentaba consolarla en aquellas noches en las que la pesadilla volvía y la cicatriz punzaba. Hubo un día en el que Miguel salió tarde en la noche por un viaje de negocios. Elena, después de despedirlo en la puerta, la cerró sin mucho esfuerzo y se aproximó a su habitación para buscar las llaves. Al regresar notó la puerta abierta y asumió que el viento la había abierto. Cuando por fin la cerró con llave escuchó tras de sí una voz ronca e insistente que cantaba con locura:
—Mataron a Elena, mataron a Elena. Mataron a Elena y se la llevaron al funeral.