Desentrañando la guerra de querer controlarlo todo ¿es malo ser promedio?

Nuestras vidas se han caracterizado por estar llenas de diluvios de información excepcional, información de extremos de la experiencia humana apoyada por el consumismo, mercadeo y capitalismo...

(La tiranía del excepcionalismo)

Sofía Velásquez Mejía

Guiándonos de Mark Manson, escritor de “El sutil arte de que te importe un carajo” (2018) especialmente del capítulo de la tiranía del excepcionalismo, podemos desentrañar esa guerra interna que acoge especialmente a las generaciones más jóvenes, y que solo ha sido exacerbada por los medios de comunicación masivos, promoviendo una cultura totalmente polarizada en la que ser “promedio” se ha convertido en el nuevo estándar de fracaso. Esa cascada de información de lo excepcional propicia que las personas se sientan peor sobre sí mismas porque persiguen un bienestar efímero y el extremo insidioso que las redes sociales han promovido, haciendo que se quiera ser más extremo, más radical y más confiados para, según nuestro autor, ser reconocidos o incluso tener valía. 

Nuestras vidas se han caracterizado por estar llenas de diluvios de información excepcional, información de extremos de la experiencia humana apoyada por el consumismo, mercadeo y capitalismo, lo vemos a diario en nuestras pantallas: Sé más atractivo, gana más dinero, sé más delgada, sé más fuerte, ten un mercedes y consíguete un estereotipo erróneo de una rubia sin cerebro; o por el contrario, encuéntrate en tu peor estado posible, porque así al menos sientes que mereces atención. No hay grises ni matices por lo que causan un sentimiento no solo de soledad sino de inseguridad, haciéndonos sentir abrumados e incluso desesperados por no ser lo suficientemente buenos si nos encontramos en el medio, en ser promedio, pero al final, “nuestros valores determinan la naturaleza de nuestros problemas, y nuestros problemas determinan la calidad de nuestras vidas”. Se ha catalogado el éxito con ser extraordinario, pero ¿y si somos promedio? ¿Y si somos como la gran mayoría de personas que lo son pero no quieren admitirlo porque significaría un ataque a su autoestima, a lo que representa su vida en ese momento o al valor personal que se dan a sí mismos? 

La sociedad ha sido objeto de manipulación por los medios de comunicación masivos, pero ignoran este hecho porque sin lo excepcional ¿quiénes somos? Promedio no podemos ser, y nadie quiere replantearse la identidad que crearon para llenar el posible vacío que hay dentro de sí mismos o sus vidas… tal vez no es que se quiera ser excepcional o una víctima, tal vez solo necesitamos la validación de los demás para validarnos a nosotros mismos. Mientras más rápido se acepte que nuestras vidas son promedio y nuestras acciones en realidad no significan demasiado en el basto universo, le podremos dar importancia a lo que verdaderamente se lo merece y con suerte sentir lo que enceguecida y ferozmente se trata de encontrar en lo excepcional: la felicidad.

La.Corcheta
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