Enrique Infante
a esa Lima que me tuvo y a quien ahora yo tengo
cómo no creer en las historias
que se vienen
en las cuántas caras
dejamos de ver
calles recorridas
en tu aroma de agosto
cómo no creer en los
paseos a la alameda
de chabuca
con camucha
luque
y la
pelota azul desinflada
cómo no sucumbir al ardor
cuando el picante
estuvo tan bueno
qué decir de los goles a distancia
las chalacas en cemento
las rodillas con sangre
un salto al
otro edificio
empinado hacia el abismo
correr
y qué
de los uniformes
plomos de velasco
llegaban vestidos
hasta las seis de la tarde
los zapatitos grises
con polvo
en sus pasadores
¿con cuánto se recorre un mundo
y un trozo de la vida de un hombre?
¿con el sudor nefasto
de los que tienen hambre
o con las zapatillas
con hueco que
llegaron a diez?
¿cómo se mide
la necesidad de un abrazo?
¿con las lágrimas
del que exhala un llanto
o con logros que
no llegaron a tiempo?
de qué estamos
hechos acaso
arreligionados
en un cortito romance
de verano
cómo no creer en las esquinas
que perennizan tus tonos
en el puente de madera aquel
nuestros nombres a las nubes sin cielo
cómo no creer
crecimos pero
lo común de
nosotros
está en las aceras
los obreros
aún no cambian