Por Danicha Guerrero Álvarez
Desde el patio, donde los topaitos
y el baile de la macarena eran la sensación,
la escuela elemental Dr. Julio J. Henna se
afrontaba como el verdadero campo azucarero,
bajo ese sol que azotaba las nucas más pálidas.
Correr a la hora del recreo,
honrar en alto el collar residual
de un sudor seco,
vuelto mugre por su polvo,
que todo niño alguna
vez orgulloso mostró.
Pero al fondo,
más allá de las verjas ciclónicas con
espirales de alambre de púas arriba,
te miraba sin mirar el edificio blanco
—un blanco desmantelado por el tiempo—.
Aquel edificio por dentro parecía tragar
la luz del mediodía.
Tenía ventanas sin cristales,
y las puertas estaban selladas.
Pero desde el patio se alzaba como la
esencia de un eclipse solar.
Yo era una niña,
la misma que presumía la cadena de polvo
seco en el cuello de tanto saltar.
Pero esa vez,
el sol parecía un copo de nieve:
un invierno ajeno que me calaba la espalda
y mi cuerpo sabía de dónde provenía esa punzada.
Yo la vi.
O creí haberla visto.
O quizás ella me vio primero.
Que Dios no me permita recordarlo.
Tenía la boca manchada de sangre
y unos ojos como los pozos del mismo infierno.
Su mirada me trastocaba igual que
la gallina hasta la punta del dedo,
como si me conociera mejor que nadie.
Le decían la bruja sin nombre,
que vivía en aquel edificio frente a la escuela,
que se alimentaba de los niños más valientes,
o de aquellos que intentaban desafiarla.
Había otro niño,
mi único amigo varón,
uno que brincaba desde los árboles,
semejante a un bailarín de ballet.
Decía que no creía,
que el blancuzco coloso solo era una ruina,
y que tales cuentos no existen,
que el miedo era para los que no saben
mirar la oscuridad que se expandía.
Un día, mi amigo no volvió a aparecer.
Nadie preguntó por él
porque en la Henna el silencio también
poseía un uniforme de rayas.
Hoy por hoy paso por la calle
Pellín Rodríguez como si nada,
y el edificio sigue ahí.
Y aunque ya no soy una niña,
a veces siento que la presencia de la bruja
me mira como si nunca se hubiera olvidado de mí.



