Por Ester M. Montano Díaz
Algarabía: La canción de Cenex, hijo natural de la Ínsula Alarabíyya (2025) de Roque Raquel Salas Rivera es una epopeya, publicada por Graywolf Press. En esta, se cuenta el trayecto de Cenex, un ente de experiencia trans, y las complejidades de su mundo. El autor y traductor optó por incluir dos formas originales del texto: su versión en español y otra en inglés para formar parte de un mismo libro. Cada una de las versiones tiene una portada propia, como si fueran dos lados de una misma moneda. El diseñador, Luis Vázquez O’Neill, fue responsable de diseñar la portada. Además, diseñó los letreros y tarjetas que se presentan en el interior. La artista visual, Natalia Bosques Chico, realizó el arte de portada y las ilustraciones del interior.
El sábado, 13 de septiembre de 2025 tuve la oportunidad de asistir a la presentación de este poema épico, que se llevó a cabo en la Casa Aboy en Santurce, San Juan, Puerto Rico. Mientras mis pasos se acercaban al lugar desde el estacionamiento que encontré en una calle más abajo, la anticipación ardía cada vez más en mi pecho. Desde las afueras, se veía un compartir entre colegas bajo las luces del patio exterior. Tan pronto pasé los portones que rodeaban el lugar, me encontré a Roque Raquel Salas Rivera y a mi profesora, la Dra. Cristina Pérez Díaz, quien formaba parte del reparto de participantes. Los saludé y, con una sonrisa, el autor me acercó un balde de caramelos que, en lugar de caramelos, tenía muchos papelitos cortados y doblados a la mitad. Me indicó que tomara uno y eso hice. Este leía “aerogénero” y, claramente, no tenía idea de lo que estaba por venir. Con la curiosidad y la emoción que sentía, subí las escaleras frente a la puerta de entrada y proseguí a buscar el asiento más cercano posible al espacio de presentación. Había estudiantes, profesores y otros grandes autores en la sala. Antes de que comenzara oficialmente, me dirigí a la mesa que se encontraba pegada a la pared del lado derecho del cuarto, donde la librería Casa Riel tenía el libro a la venta. Aseguré mi libro y me registré para que el autor lo firmara al finalizar la presentación. Cuando regresé a mi asiento, me dediqué a examinar la cubierta doble-cara del libro. Aprecié algunos letreros e ilustraciones, al igual que el mapa de Algarabía, también creado por Bosques Chico, y el mapa del Wolgrin, diseñado por WAI Think Tank, Nathalie Frankowski y Cruz García. Los elementos simbólicos, como el centauro en el lado de la traducción al inglés, me llevaron a pensar en la multiplicidad que es ser parte de la comunidad LGBTQIA+. Inmediatamente, pensé en el rechazo de las personas hacia lo que no entienden o que timan “raro” —de ahí mismo se reivindica la palabra “cuir”. Es una representación de los cuerpos marginados. Pertenecer a dos mundos sin ser, enteramente, de uno ni del otro y tampoco querer serlo. Como las sirenas de la cuarta página del libro. El color rojo del fondo de la cubierta del libro en español y el poco rojo a los pies del centauro en el otro lado me recordó a la sangre derramada de tantas personas trans y cuir a manos de los crímenes de odio, violentos y deshumanizantes. Como el transfeminicidio de Alexa Negrón Luciano (29 años), una mujer de experiencia trans sin hogar, en Levittown, Toa Baja, Puerto Rico. Como el transfeminicidio de Sara Millerey González (32 años), una mujer activista de experiencia trans, en Bello, Antioquia, Colombia. Es como una alerta de que la lucha no ha terminado. Como dijo mi esposo: “Es un velorio escrito para quienes no pudieron contar su historia” o como diría yo: sus vidas libres, escritas después de la muerte. El libro es enorme, así como una biblia; La Biblia Trans/Cuir. La voz del autor me transportó al momento presente. Hizo la primera y última llamada para que la audiencia se preparara. Oficialmente, comenzaría el evento.
Sin decir más, Salas Rivera se dirigió hacia el micrófono que estaba en el centro de la sala y comenzó a leer Cenex describe su origen de la sexta página del libro. A medida que avanzaba la lectura, era como sumergirse en un Puerto Rico alterno. Cuando terminó, les lectores invitades le siguieron. Entre elles estaban: el escritor, artista visual, profesor y gestor cultural Xavier Valcárcel de Jesús, la artista multidisciplinaria María V., el escritor, compositor y traductor Jean Alberto Rodríguez-Torres y el rapero y poeta El Sixto. También, el escritor, poeta y editor Daniel Díaz, la escritora y editora Carmen Rodríguez Marín, el poeta Hakeem Torres, la poeta, profesora, investigadora y madre del autor Dra. Yolanda Rivera Castillo, la escritora, presentadora y activista afrocuir no binarie Alejandra Rosa, la poeta, editora y traductora Dra. Cristina Pérez Díaz, a quien mencioné anteriormente, y el poeta, fotógrafo y artista Roberto Ncar. La sonrisa de Salas Rivera era constante a lo largo de las lecturas. Hacía gestos de agradecimiento. Antes de la última participación, Salas Rivera volvió a leer. Preguntó si todes teníamos un papel de los que nos hizo sacar de aquel balde. Luego dio unas instrucciones: cuando dijera //Y yo//, debíamos gritar lo que decía en el papel. Estábamos listos y el autor comenzó su lectura. Esta vez, leyó ¡Llegan a Simurg! de la página 176. Recitó sobre distintas identidades, muchas con nombres inventados, y cuando dijo //Y yo//, el salón se llenó de gritos, como si fuésemos todes guerreros que cumplíamos nuestra encomienda. Fue parapelos.
Cuando el autor tomó asiento, el artista transdisciplinario e intersex André Po Rodil Rivera, impartió la lectura de Cenex prepara de la página 186. Se detuvo en partes. La primera, para desabrochar su correa, desabotonar y bajar el zipper de sus mahones negros. En la segunda, se quitó los pantalones por completo. En esta ocasión, advirtió a las personas con algún nivel de fobia hacia las agujas de que pronto sería tiempo para escuchar solamente. En la tercera parte, lee una explicación del proceso de administrar la testosterona, siendo esta la primera vez para Cenex. En ocasiones, pausó para seguir el manual que proveía el texto: dividir el glúteo en cuadrantes, escoger el cuadrante superior más cercano a la cadera y, //en un ángulo de 90°.//, inyectar la aguja. Volteé hacia mi esposo, que estaba sentado a mi derecha. Mis ojos se aguaron al recordar la primera vez que administré su testosterona. Ese momento me transportó a uno de los cuartos de la Clínica Translucent de Santurce, donde una de las enfermeras me enseñó esas precisas instrucciones. Desde el 1 de junio de 2022, me convertí en su enfermera. Sé que, //puyazo tras puyazo//, le estoy salvando la vida. En la presentación, Rodil Rivera sustituyó la nalga por su muslo izquierdo. Desinfectó el área designada, dio un golpecito en la jeringuilla para hacer subir las burbujas de aire, agarró el muslo e insertó la aguja. Hubo silencio en la sala. Me pregunté si la audiencia sabía la importancia que esa inyección tiene para las personas trans y cuir. En cuanto removió la aguja de la piel, la audiencia hizo una ovación. Para mí, fue una celebración de la vida. Rodil Rivera se puso nuevamente su pantalón y Salas Rivera se levantó de su asiento para abrazarle, como una bienvenida a casa. Compartió que era la primera vez en tres años que se ponía T y el autor de Algarabía bromeó sobre haberlo halado hacia el lado oscuro. Este último dio sus agradecimientos, indicando que la firma de libros se daría luego de unos minutos y exhortó a la audiencia a disfrutar del compartir. Les Nomadas, un negocio local que provee servicios gastronómicos para eventos, se encargó de una variedad de refrigerios.
Comenzó la firma de libros y me coloqué en la fila, donde pude observar cómo cada persona interactuaba con Salas Rivera. A pesar de no poder escuchar de lo que hablaba con cada uno, me llenó de calidez verlo dedicar tiempo para conectar con sus lectores. Era como una charla entre amigxs que se ponían al día sobre los eventos más recientes de sus vidas. Finalmente, llegó mi turno. El autor me recibió con la misma sonrisa del primer saludo y le extendí mi libro para que lo firmara. Felicité el producto de sus esfuerzos, tanto para el libro como para la presentación de esa noche. Le compartí lo emotiva que fue y lo necesaria que es la literatura trans y cuir, así como una fanática que le dice a su héroe-artista cómo su trabajo le salvó la vida. Y, tal vez, Algarabía es eso: un tipo de rescate, como una oda a las voces ancestrales. Es un recordatorio de que no han perdido su lugar en el mundo. En este paralelo letrado, se crea un santuario para el viaje de amor propio que emprenden las personas trans y cuir, empoderando su experiencia y lo vital que es compartirla. Esta epopeya transcenderá el tiempo y contribuirá a la expansión de este tipo de literatura a nivel internacional.