Por Ashley M. Font
MARĺA: Ya no reconozco a mis vecinos. Cada fin de semana son personas distintas. A veces escucho críticas o susurros sobre Puerto Rico y los puertorriqueños. Soy turista de mi propio pueblo. ¿Dónde están los locales que veía todas las mañanas comprando desayuno? En las redes vacilan que desean un alcalde americano. Hay restaurantes a los que no voy casi porque son el punto de encuentro de ellos, donde siento que sobresalgo. A Ana la convencieron de vender su casa y ahora tiene la incertidumbre de dónde vivirá. Don Benabe no se quita, aunque todos los días le hacen una propuesta nueva. A menudo escucho:“Excuse me, do you speak English?” “Wow! Your English is good.” “Does the abandoned house belong to Maria?” “How do you know such good English?”. Vivo en un pueblo donde cada día somos menos locales. ¿Deseas saber sus críticas? Vayan a la página I love Luquillo, donde cada americano postea lo que piensa. Anoche tuve un sueño con un Puerto Rico de nosotros, uno auténtico donde nuestra identidad afloraba.
Ver el cielo y las nubes es como ver a los que ya no están. Personas que conocí y otras que nunca conoceré. Mi movimiento empezaba con las manos como si tocara esa historia, ese pasado. Las nubes tuvieron el poder de llevarme hacia ellos. Momentos lindos y otros no muy lindos, pero sobre todo me ayudaron a aprender a dejar el miedo y a atreverme a indagar, a expresar mi voz y formar parte del movimiento. Aunque hay partes del árbol que no conozco y nunca conoceré, sé que de una manera u otra, forman parte de la persona que soy hoy día. Lo que les digo es gracias por hacerme quien soy. Por ellos es que lucho para quedarme aquí.
Una generación llena de ilusión. Quizás su país ha cambiado, pero el amor por la patria sigue igual de fuerte. Cada paso que doy será en el nombre de ustedes. No voy a dejar que nos quiten las casas, las playas, que seamos la minoría. Quiero salir y ver a doña Carmen comprando su café, como solía hacer todas las mañanas, y que no tenga que pagar $6 por su cafecito con leche. Que pueda saludar a sus vecinos quienes son las únicas personas en su vida. Que no se sienta juzgada por no saber inglés perfectamente. Que pueda expresarse en su querido pueblo. Su amada Capital del Sol, Luquillo, no es un lugar donde los turistas pueden ir y abusar de su hermosura. Viven generaciones que sienten y aman vivir allí. Aunque sea un pueblo pequeño, guarda memorias inolvidables. Esas olas me vieron crecer, la arena me acarició la piel, el cantar del coquí, el sol que quema, la brisa que me canta melodías todas las noches. Por ese árbol lucharé y no me cansaré de decir que soy Luquillense.
Apagón