Por Alma Datil Calderón
Según los relatos de mi abuelo Felipe, el pueblo de Pomme era de los más avanzados, donde la gente más trabajaba. No era raro recibir mercancía externa, al contrario, venían mercaderes de diferentes pueblos e incluso países para hacer negocio aquí, pero desde que Don Pablo trajo a Insomnio, el pueblo de Pomme se ha convertido en un cementerio de ojeras. Teníamos de todo tipo de animal, especialmente aquellos de granjas como vacas, gallinas, cerdos y caballos, que eran esenciales para la transportación, pero Insomnio no era común. Don Pablo decía que Insomnio era especial porque era quien podía comunicarse con los mercaderes. Al principio, todo iba bien.
Se movía la economía, la gente visitaba a Pomme para conocer al famoso caballo que hablaba y contaba cuentos, pero le gustaba hablar tanto que de noche no se callaba. Mientras todos dormían, Insomnio buscaba con quien hablar, pero ninguno de los otros animales le hacía caso. Hablaba tanto que se quedaba dormido hasta perder el control de su voz. Esto comenzó a arrebatarles el sueño a los residentes de Pomme. Cada día, eran menos quienes dormían y por falta de descanso, economía y trabajo, Pomme se iba desapareciendo y, al final, terminó como un pueblo moribundo enfermo de insomnio y ningún cuerpo pudo volver a descansar.