una biblia abierta con un marca páginas

Una razón para quedarte, por Danicha Guerrero Álvarez

“Yo siempre he estado ahí, a tu lado, cada noche que lloras desconsoladamente.”

Por Danicha Guerrero Álvarez


San Juan, Puerto Rico

29 de septiembre de 2025

Querido amigo/a:

Me encantaría escucharte. Me gustaría conocer tu historia y, aunque sea, entender el por qué quieres tomar decisiones que pudiesen marcar tu vida. Quisiera conocerte como persona, conocer al increíble ser humano que está detrás de estas pantallas, a pesar de que tú mismo/a no puedas verte así en estos momentos. La distancia es el único factor que impide que mi oído llegue hasta el latir de tu corazón. Si pudiera estar contigo en los momentos donde más lo necesites, quizás no pensarías en adelantarte a una decisión definitiva. Pues, muchas veces falta ese alguien que sepa valorar y prestar atención a tus palabras.

Si yo pudiera ser ese alguien, escucharía lo que para ti fuesen detalles pequeños o absurdos: que me dialogues acerca de una lagaña en el puente de tu ojo, o cualquier pormenor que te pese en toneladas. Toda palabra que pronuncies importa porque cuenta algo especial sobre ti. Ser escuchado puede evitar que uno recurra al extremo de pensar que no vale la pena seguir. Pero como no puedo estar ahí, quiero que conozcas mi historia. Te la doy porque quizás, desde esta longitud, estas letras puedan servirte de consuelo y encontrar, en lo más profundo, a una nueva amiga. No quiero regalarte palabras vacías, ni decir “todo va a estar bien” si no puedo sentir o comprender realmente el alcance de tu sufrimiento. Pero sí puedo hablar de aquello que me salvó; la cura completa que transformó mi vida en un pestañear. Puede que te parezca fantasioso, incluso irreal, pero por primera vez confirmé que existe un ser tan grande que no solo me ama a mí, sino que de la misma forma te ama a ti también.

No recuerdo un momento en que me sintiera verdaderamente acompañada. Por dentro había un vacío que nadie parecía llenar. Aun teniendo amistades y familiares a mi alrededor, nadie entendía cómo realmente me sentía. Mi forma tan reservada, con tendencia a no mostrar lo vulnerable, hizo que otros me vieran como una columna: fuerte e inquebrantable. Sonreír se había vuelto un mecanismo de defensa, la estructura que me sostenía mientras por dentro me quebraba. Ese vacío creció desde la juventud hasta la adultez; deteriorándose tan profundo que sentía que sobraba en el mundo. No era suficiente ni para mí, mucho menos ser aquella joven que otros necesitaban. Llegaban a mi mente pensamientos intrusivos como: “quítate la vida”, “no vales nada”, “soy la porquería más grande del universo”. Con el tiempo, esas ideas constantes empeoraron hasta llegar a un punto en donde creía que era mejor desaparecer para el bienestar de todos.

En una madrugada del 2023, tuve unos fuertes pensamientos donde decidí rendirme de una buena vez. Esos pensamientos me atribularon por completo; fue una de las noches donde más lloré en el silencio. Sobre todo, repetía en mi mente las preguntas del por qué me sentía tan sola y el por qué nadie me amaba. Pensaba que mis lágrimas se derramaban en vano y que nadie notaría las madrugadas en vela donde solo el ardor y la hinchazón de mis ojos hablarían por su cuenta. Nunca dije esas palabras en voz alta, solo las guardé como mi justificación perfecta para la toma de mi decisión final.

Al día siguiente, en la noche, me invitaron a una prédica en un templo. Yo fui sin querer ir. Cuando la pastora invitada terminó el mensaje, se acercó a donde yo estaba sentada y me dio un abrazo sin que se lo pidiera. Evidentemente no conocía a esa mujer y nadie, absolutamente nadie, sabía el dolor y la determinación que cargaba en mi espalda la madrugada anterior. Juro que ese abrazo no se sentía como el de un humano hacia otro. En realidad, era algo fuera de lo normal. Sentí que algo más grande que yo —fuera de mi corta comprensión— me consolaba y consentía como a una niña. En el transcurso de ese abrazo, aquella dama me dijo unas palabras que al sol de hoy llevo talladas como piedra en el alma. Me dijo por parte de Dios: 

—Yo siempre he estado ahí, a tu lado, cada noche en que lloras desconsoladamente. He visto cada una de tus lágrimas y las recojo en una copa para que ninguna se derrame en vano

. Y luego terminó con ternura, con un:

—Yo sí te amo. 

Esas palabras me derrumbaron y me sanaron al mismo tiempo. No puedo explicar el cómo. Me mostraron que, aunque la humanidad falla, hay un Dios que observa, recuerda y actúa en su tiempo perfecto. Eso no significa que el mundo no nos haga daño ni evite lastimarnos, ni que a veces estos parezcan salirse con la suya. Pero créeme, hay una justicia que va más allá de lo visible.

Hoy quiero compartir contigo lo mismo que Dios me dijo ayer. Quien sea que esté leyendo esto, no estás solo ni sola. Hay algo fuera de tu comprensión que te ama inmensamente. Si has llegado hasta aquí, es porque aún hay una oportunidad para acercarte. No te pido que entres en una religión si eso no resuena contigo. Te pido que consideres conocer a ese amor como uno real, una mano que te sostiene cuando ya no puedas más. Le pido al Señor que te alcance la vida, para que sigas aquí conmigo, viviendo en este mismo mundo, porque así notarás cuán importante eres; pues como tú no hay dos. Eres único/a y sumamente especial. Cada ser humano cuenta, y sin ti, el mundo no sería igual.

Saca el máximo provecho de las pequeñas alegrías que te rodean. Y cuenta conmigo, así como sé que puedes contar, sobre todo, con Dios. Te quiero aquí, y quiero ver lo que Jesús hará en y a través de tu vida.Con cariño,
Una amiga desde la distancia,

Danicha

La.Corcheta
La.Corcheta
Articles: 238