Por Bethmarie Pagán Atances
Incienso era el aroma de la grama que olía al recogerla con mis manos
para poder alimentar a los camellos que me iban a visitar en esa noche.
Mirra era lo que olía cuando regresaba a la casa de mi abuela
y veía que ese aroma era de su famoso arroz con salchichas.
Oro eran los abrazos que mi tía me daba al decirle gracias
por comprarme mi primera patineta.
Incienso, mirra y oro vale más para uno y menos para otro,
pero para mí cada uno conlleva un tesoro.
El incienso también fue la fragancia del nuevo árbol navideño
donde mi hermano decoraba como si fuera el dueño.
Mirra fue la fragancia de mi tía que olía cada
vez que de afuera volvía.
Y oro eran los momentos que con ella compartía
antes de que su vida desapareciera y me robara la alegría..
Incienso, mirra y oro vale más para uno y menos para otro,
en mi corazón, mi tía valía más que incienso, mirra y oro.