Se arrancó los lastres de sebo del pecho, y por primera vez, pudo respirar. Etiquetas# Alivio# Escritores de Sagrado# Gabriel Colón# Microcuento# Narrativa La.Corcheta Articles: 250 Previous Entrada Querido tiempo, de Yamely Y. Vásquez Eusebio Next Entrada No te necesito para nada, pero te quiero para todo, de Elizabeth T.