Se arrancó los lastres de sebo del pecho, y por primera vez, pudo respirar. Etiquetas# Alivio# Escritores de Sagrado# Gabriel Colón# Microcuento# Narrativa La.Corcheta Articles: 200 Previous Entrada Cosmo, de Danicha Guerrero Álvarez Next Entrada Debí escribir esto antes, de Enrique Infante