"¿Por qué escribo?, de Alondra Salcedo

¿Por qué escribo?, de Alondra Salcedo Ponce 

“Cuando puse mi mano izquierda llena de esperanzas y un bolígrafo, todo mi alrededor se detuvo. Estuve sola en un lugar lleno de quejas, las voces pararon, mi corazón bailaba, mi mente se liberó, podía respirar bien, podía hablar”.

Es una pregunta difícil que ni yo entiendo. Creo que escribo para callar esas voces y desahogarme. Recuerdo poco de cuando comencé a escribir, compré una libreta en el Walgreens de Orlando antes de regresar a casa, quería escribir mis sueños ahora que había aprendido como. Algo que recuerdo bien fue que había sido una escapada familiar en el 2018, luego de que habíamos pasado las fiestas de Navidad sin luz por el huracán María. Cuando puse mi mano izquierda llena de esperanzas y un bolígrafo, todo mi alrededor se detuvo. Estuve sola en un lugar lleno de quejas, las voces pararon, mi corazón bailaba, mi mente se liberó, podía respirar bien, podía hablar. Mi mano no me dolía, seguía peleando con la realidad matando a esas voces. Mientras escribía, la brillante luz del sol entró por la ventana de cristal, marcando un camino oscuro en el que no había nada ni nadie que solo veía yo. Cuando mi madre me llamó para subir al avión, mire las páginas en blanco, pensé que escribiría sueños y termine contando una historia. El baile en la guerra aún continúa y espero que nunca se detenga. Ahora de grande entiendo que si escribí sueños es que esa niña aún no lo entendía. Ese día vi un camino que tenía que construir por el que yo tenía que pasar. Responder a la pregunta es incómodo y más aún cuando me estoy escribiendo (conociendo) tal vez no respondí la pregunta cómo sé, pero a mí me aclaro muchas dudas que tenía adentro.

¿Desde dónde escribo? Me gustaría decirte que desde mi casa, pero esa no es la contestación que buscas. Escribo desde un cuerpo harto que quiere explotar, que viaja desde el pueblo de un santo a la ciudad cubierta por moros. Escribo desde la mente que quiere dormir y de la mano llena de esperanzas que desea parar de correr. Escribo desde una joven adulta que se intenta conocer, que pelea con balas que llaman personas, que amaba sus apellidos y ahora tiene miedo de decirlos. Escribo desde un cuarto lleno de miedo y basura. Escribo para viajar y esquivar las balas que duelen, escribo para contar mi miedo sin decir que son míos. ¿No te contesté la pregunta, verdad? 

Escribo desde esa niña que no entendía al mundo, de la que se burlaban por no saber leer, de la que llamaban gorda siendo vegetariana. Creo que escribo desde la niña que tenía miedo a comer, con la que tenía miedo al hablar y decir algo mal. Tal vez en mí escribe la adolescente que le dijeron que había gente con problemas de verdad. Puede que escriba desde la mano llena de esperanza aguantada por la continuación. Desde la tristeza es cuando mejor escribo. Es curioso que quiera sostenerme de esto. En el pasado había una niña que creía en la magia y que el mundo estaba en paz y ella entendía las clases y noticias a través de imágenes porque aún no sabía leer. Había una niña que hicieron sentir menos por sus discapacidades, una niña que consiguió paz en un libro de fantasía cuando logró pasar todas las barreras. Para que después a la niña le quitaran sus libros porque estaba aprendiendo mucho y no lo que ellos querían. No querían que escribiera porque hablaba mucho y “pa’ qué” si aun así estaba mal escrito. Estoy segura de que escribo por esa niña que sonreía para hacer feliz a otros. Oye Lola, escribimos un cuento que aparece en un libro. Escribo para buscar ese camino que algún día vi, por el mismo que corremos ahora. Escribo para conocernos. ¿Conteste bien la pregunta? 

La.Corcheta
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