La Habana vive casi en penumbras
con su aire contaminado de turistas y disidentes insólitos
donde la joven oferta de un vestido ajustado
a las circunstancias de la última moda
cabalga de ironías por el malecón
entre aparentes cocteles exóticos
y la perenne indiferencia de un comisario
confuso también a la hora de persuadir.
De cualquier forma
La Habana estaba ahí,
mía y más sensual que de costumbre
asomada como siempre a sus balcones
mirando sin cansancio
hacia el mar de muchachas y muchachos en pretérito
sobre monturas de vinyl
y el reflejo de una discoteca prohibida
con aquella vertiginosa silueta oscilando la pelvis
frente a un rostro pálido improvisado y desconocido,
por supuesto, con ropas de ultramar.
Sin embargo
no hay tiempo que perder para el pobre mendigo
que busca la ocasión propicia para el manoseo y el juego entre lenguas.
Después de todo
estamos en presencia de una época atormentada por tantas dolencias.
No hay tiempo que perder tampoco
porque mañana por la tarde ya sería esta noche
y también otra madrugada tranquila
gratificada con una cena suntuosa
o sencillamente una cena sin atuendos importados
durante el tiempo que reine la austeridad
o una simple invitación atrevida.
En estos tiempos sólo okana
el dilogún solitario que presagia malos agüeros
ronda traviesa por la tierra sedienta de tantas bondades desaprovechadas
incoherentes ofrendas y rogaciones mancilladas.
Hay escasez en la mirada
como aquella destinada a socorrer al desvalido
y tal parece que este lunes de hoy derrocha cierta soberbia
que nunca fue del todo racional.
¡Qué alegría si estuvieras conmigo ahora
¡O mío Reina del Mar!
Tú que te atreves de espumas a cabalgar sobre Taurus
entre ricas turquesas que adornan tu amable corona.
Tú que siempre desoyes el grito cómplice del iniciado
antes del crepúsculo y sigues de largo entre mis brazos
acompañada solamente por el sonido de cocos secos
que siempre permanecieron secos.
No volviste de la gran fiesta
y hablabas contigo misma
procurando satisfacer la frescura de la miel
en la punta de los senos
revolcando tu cuerpo fresco de aguas limpias
y así para penetrar en lo más íntimo de tu noche
allí donde el pudor se detiene asustado.
Antes de partir todas las sombras fueron ingenuas
y silenciosamente similares.
Pedro Pérez-Sarduy (Santa Clara, Cuba, 1943). Periodista, escritor y conferencista. Estudió Literatura Inglesa, Norteamericana y Francesa en la Universidad de La Habana. Entre sus publicaciones se encuentran Las Criadas de La Habana (novela); Malecón Sigloveinte (poesía); y Afro-Cuba: una antología de escritos cubanos sobre raza, política y cultura. Obtuvo el Premio del Libro Insular 2008 de la isla de Ouessant, Francia, por la versión francesa de su novela Les bonnes de La Havane, el Premio Julián del Casals 1967 de la UNEAC y Primera Mención en Poesía 1966 por la Casa de las Américas.
