13 mil 700 millones de años para pintar una pera:
una pera arrinconada en la esquina de un museo.
Antes de la pera:
el bodegón.
Antes del bodegón:
el hambre.
Antes del hambre:
lo salvaje.
La sangre del pájaro en el hocico del felino.
Y el deseo.
La sangre, finalmente, es
siempre
lenguaje.
Mauricio Aguilar, los ojos muy abiertos, las orejas grandes,
a los 40 años encerrado en un cuarto.
Las ventanas selladas con bolsas negras,
con cartones igual de negros.
Una noche un día.
Una pera.
13 mil 700 millones de años para que una fruta sea en sí misma lenguaje.
No es el paraíso
es lo salvaje
Son los bisontes
que atraviesan un continente
sin nombre aún,
la estepa,
una llanura.
La tierra que por no ser nombrada no existe.
No hay cartógrafos.
El primer trazo de una pera:
el lomo curveado de un bisonte en manada.
El segundo trazo de una pera:
el ojo de un dios,
el de una reina que lo pinta con cristales de galena.
Una pera trazada:
Mujeres desnudas que danzan.
No hay flores ni primavera:
Solo carne.
No hay aún porcelana
ni tren.
No hay civilización:
hay lenguaje
que antecede a todo,
a la creación misma.
Mauricio Aguilar,
a los 40 años,
encerrado en un cuarto oscuro.
La luz transforma la materia
y es necesario negar su paso.
No puede el hombre más que la luz,
Mauricio lo sabe
pero se niega,
es posible destruir un lenguaje cuando se ha conocido tanto.
Lo inaudito son
13 mil 700 millones de años
para un lenguaje
arrebatado,
agua y tierra,
lodo y viento,
y en los fondos del agua
criaturas que emergen con aletas y alas
a la vez.
Una pera que es el lomo de un bisonte,
el ojo de una reina que matará a su amante
también rey.
Tuyo no es el reino
es la luz
La sangre no se borra de los trapos
y da dignidad a los santos.
Y está ahí la pera
como lenguaje.
Mauricio atraviesa París destruido en 1940,
Mauricio, nacido el año que acabó la primera gran guerra,
llevado a París por sus padres
sin lenguaje:
ni español ni francés
ni escritura
solo el ojo que escruta
que mira
un hueco en el suelo.
No hay abismo
si fue casa
y un techo y una cocina
con olor a pan
como huelen las pieles después del amor en las regiones del trópico.
Por ahora no hay palmeras
ni playa.
Un agujero negro en la tierra
fue una casa
fue una bomba.
Un dibujo incontrolable.
Una pera
oculta en una pared
dentro de un marco
no es tiniebla
no es forma
y es a la vez
el universo.
Los límites de mi universo son mi lenguaje.
Ludwing Wittgenstein.
Elena Salamanca (San Salvador, El Salvador, 1982). Historiadora, escritora, académica y curadora de arte. Posee un Doctorado en Historia por El Colegio de México y un Máster en Historia Iberoamericana Comparada por la Universidad de Huelva, España. Ha publicado los libros Kneeling Before Corn: Recuperating more-than-human intimacies on the Salvadoran milpa (University of Arizona Press, 2024), en coautoría con Mike Anastario y Elizabeth Hawkins; Maybe Monsters/Tal vez Monstruos (Clash!; Mouthfeel Press, Texas, 2022), Edición Bilingüe, traducido por Ryan Greene; y Landsmoder. Not a cult (Los Ángeles, 2022), Edición Bilingüe, traducido por Ryan Greene. Escritora residente del International Writing Program de la Universidad de Iowa (Fall residency, 2024) y tres veces Premio Nacional de Poesía de El Salvador. Es activista por los derechos reproductivos de las mujeres y niñas en El Salvador.
