Navidad perdida

"La aurora boreal no solo guía a los perdidos, sino que guarda la historia de un amor eterno, recordándonos que incluso en la oscuridad más fría, siempre hay una luz que nos llama hacia donde debemos estar."

Yalimed Nanasi Rosario

Sé que parece un golpe de mala suerte cuando un auto se avería y hay que caminar en medio de la nada en una noche muy fría. Pero todo va a estar bien, porque tengo fe en que la aurora boreal me llevará con mi familia a tiempo para Navidad. Puede sonar delirante, pero he oído historias de muchas personas que decían que se habían perdido y que, siguiendo estas luces, habían llegado a donde debían estar. Me encanta la aurora, no solo por sus colores, sino por la forma en la que se mueve, como si alguien del cielo te estuviera llamando. Cuando pienso en eso, me recuerda a mi historia de amor navideña favorita que escuché cuando era niña.

Hace mucho tiempo, un día veintitrés de diciembre, un joven príncipe, apuesto y bondadoso, iba en un carruaje camino a pasar las vacaciones con su familia. De repente, se produjo una ventisca, y no se parecía a ninguna de las que había experimentado antes. Fue inusual y devastadoramente más poderosa. El cochero, los caballos y el carruaje se congelaron, pero el príncipe logró escapar. Caminó a través de la tormenta, tratando de encontrar ayuda y refugio, pero no podía ver nada más que la nieve que lo rodeaba. El príncipe siguió caminando, aunque no sabía a dónde iba y seguía perdiéndose. Finalmente, la temperatura fría lo estaba dominando. Sintió que sus piernas se entumecían y sus párpados se debilitaban. El príncipe se acostó en la nieve, su vista se estaba volviendo borrosa y oscura. Sin embargo, logró ver claramente una extraña luz colorida brillando. La luz crecía y se acercaba mientras el príncipe perdía por completo el conocimiento.

El príncipe se despertó y se encontró en una tienda de algodón junto a una pequeña fogata. Se levantó de la cama de madera en la que estaba acostado y echó un vistazo afuera. Se sorprendió cuando vio que la ventisca había amainado y había un rastro de hermosos pinos verdes. El príncipe salió de la tienda y dio un paseo largo y tranquilo. Disfrutó de la soledad relajante y del olor de los árboles, hasta que se topó con esa misma luz colorida brillando frente a él. El príncipe, inseguro, caminó hacia ella. Al acercarse, vio la luz flotando sobre un pino aislado en una colina distante. El príncipe fue a mirar más de cerca, asombrado de lo único y naturalmente decorado que estaba este árbol. Las bayas rojas y azules eran los adornos, sus ramas estaban iluminadas por luciérnagas y esa misma luz extraña era la copa del árbol. El príncipe, entonces, se encontró con una joven hermosa, pero de aspecto único, que también admiraba el árbol. El príncipe supo que era una deidad por su piel dorada luminiscente. Además, tenía el pelo suelto de color azul y verde, y también llevaba un vestido largo rosado, anaranjado y amarillo. El príncipe estaba tan encantado con ella que se le quedó mirando, sin palabras. Se tomaron de la mano mientras caminaban juntos y compartieron todo sobre sí mismos, lo que nunca fue algo fácil de hacer para ninguno de los dos. Para el príncipe, se trataba de sus responsabilidades, las altas expectativas que su familia tenía de él, el peso estresante que conllevaba todo eso y la doctrina de que no debería socializar ni revelar ningún detalle personal sobre su vida o su familia a nadie. Para la deidad, necesitaba estar distante de los humanos, pero era imposible, ya que era un ser generoso. Disfrutaba ayudando a los humanos con cualquier problema que enfrentaran, a pesar de que otras deidades le advirtieran que tuviera cuidado, ya que no se podía confiar en todos los individuos. Sin embargo, sintieron confianza mutua y se enamoraron aún más el uno del otro. Siguieron caminando, hablando y tomados de la mano hasta que llegaron al palacio al que se dirigía el príncipe antes de perderse en la ventisca. El príncipe se quedó mirando aquel palacio con tristeza, más aún, cuando sintió que su mano de repente estaba vacía y se dio cuenta de que su amada había desaparecido.

En la noche de Nochebuena, el príncipe se pasó toda la fiesta solo en una de las lujosas habitaciones del palacio, mirando tristemente por una ventana, preguntándose cuándo volvería a ver a la deidad. En la mañana de Navidad, salió corriendo del palacio y pasó todo el día buscándola hasta el anochecer. La deidad no estaba por ningún lado, y el príncipe descorazonado decidió regresar al palacio. En su camino de regreso, finalmente la encontró, parada frente a él con una sonrisa y una mirada amorosa. Corrieron felices el uno hacia el otro y compartieron un beso apasionado. En ese momento, el príncipe renunció a su vida real y se fugó con la deidad al bosque de pinos, donde vivieron felices, amorosos y en paz durante cinco años en una cabaña de madera que construyeron juntos. Una mañana, el príncipe salió a pescar y misteriosamente desapareció durante veinticinco días. La deidad se elevó al cielo y se convirtió en la Aurora Boreal, buscando y llamando a su esposo desaparecido, mientras también ayudaba a las personas perdidas como yo a llegar a donde quieren o necesitan estar. Afortunadamente, la aurora me ayudó a encontrar el camino de regreso a casa, donde me esperan mi amado esposo y mis hijos.

La.Corcheta
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