Una sonrisa en Navidad

"Después de mucho, estoy pasando la Navidad con alguien que me hace sentir feliz de verdad, y llena mi sonrisa de regocijo."

Alondra Salcedo Ponce

—¡Felices fiestas! —me despido de mis empleados, que son como mi familia.

Ya era hora de cerrar; hoy cierro más temprano de lo habitual para que ellos puedan disfrutar con sus seres queridos. No tengo una estrecha relación con mi familia, así que este será otro año más sola. 

Los árboles que pusimos afuera como decoración están llenos de la nieve que cayó en la madrugada. Se veía lindo con los lazos rojos, las luces amarillas y, ahora, nieve. Me quedé un tiempo de más en la cafetería para hacerme un late de coquito. Desde que comenzó la temporada de invierno, que sacamos las bebidas especiales, no he podido probar ninguna de tan bien que se venden. Ya todo estaba limpio y organizado para irme. Hago un chasquido con mis dedos para que Goofy venga. Cuando decidí mudarme sola a una ciudad desconocida, cuando estuve veinte años en el monte rodeada de fincas y playas, me dio tanta tristeza y soledad que adopté un perrito. Ha sido unas de las mejores decisiones que he tomado en mi vida. Goofy viene donde mí y le pongo su correa para salir. Cuando estoy apagando las luces, Goofy ladra. Cierro la puerta y me giro para ver qué ve. Un chico con un largo abrigo negro corre hacia nosotros. 

—Por favor, déjame entrar—dice el chico, fatigado y con una mano en el corazón.

—Lo siento. Ya cerramos por el día de hoy. Puede volver el lunes, después de navidad, y estaremos felices de atenderlo.

Goofy estaba oliendo los zapatos del chico, yo intento jalarlo, pero no puedo hacer que lo deje. 

—¿Cómo? Es que tengo que hacer unas cosas. Este es el único lugar donde puedo estar tranquilo y todo me sale bien. Es mi cueva de inspiración.

—Oh, wow. Qué lindo que piense eso de mi negocio, lo hice con mucho esfuerzo y dedicación. Ya veo los frutos que hemos cosechado —digo, mirando a mi perro con una sonrisa. 

—¿Perdón? ¿Qué estás cosechando?

—¡Oh! Me refiero a que las metas que tenían están saliendo bien y que puedo verlo ahora.

—Qué bien. ¿Me vas a dejar entrar? —pregunta, mirando  por la ventana negra. Se ve desesperado, tiene ojeras debajo de sus hermosos ojos azules, sus labios están rojos, haciendo un contraste lindo con su piel blanca. Tal vez por el frío es que tiene las mejillas y la punta de su nariz rosadas. Lleva un gorro negro tapando su pelo. Por unos pelitos que salen cerca de sus orejas, puedo pensar que también es negro.

—Puedo recomendarte otra cafetería que tiene el mismo estilo y que te puede funcionar. Claro, no tiene nuestros sabores especiales y el ambiente no es el…

—Sí, sí, ya entendí que la tuya es mejor. ¿Podrías abrir para que yo pueda terminar mi trabajo? Te dejaré más propina de lo normal. 

Lo miro boquiabierta, empezando a molestarme. Se cree tan especial, es un engreído y vanidoso. Ya no me cae bien. 

—Mis empleados tienen derecho a tener estos días festivos libres para estar con sus familias, al igual que yo, y por que tú vengas y digas que te abra por ser un cliente habitual no te hace especial.

—¿Aún hay gente que celebra esas fiestas aburridas? Lo que hacen es pelear por quién regala mejor —dice, poniéndose las manos pálidas en los bolsillos del abrigo. Me da una sonrisa de suficiencia y burla. 

Le devuelvo la sonrisa y sigo mi camino a mi apartamento, arrastrando a Goofy, que no quería alejarse de ese apuesto e irrespetuoso chico.  Cuando voy a cruzar la carretera me jalan por el codo, casi quitándome el abrigo que llevo. Me envolví tanto con la discusión que no me di cuenta que un taxi casi me atropella. El taxista baja su cristal y me grita barbaridades que es mejor no repetir. Goofy me salta encima, haciendo sonidos como si estuviera llorando. Le sobo las orejas, asegurándole que estoy bien. Alguien aún aprieta mi codo, y el abrigo que llevo puesto se empieza a caer. Cuando levanto mis ojos marrones, me encuentro con esos ojos brillantes como el cielo. Qué lindo. 

—¿Estás bien? —me pregunta, bajando su cara muy cerca de mi rostro moreno, haciendo que mis mejillas llenas de pequitas se pongan  rojizas y sienta calor con este frío. 

—Sí, sí, estoy bien. Gracias por salvarnos —Goofy ya volvió a las piernas largas del chico, pero esta vez estaba entremedio moviendo su cabeza de arriba abajo como agradecimiento. 

—Soy Ryan, ¿y tú? —por fin suelta mi brazo.

Me enderezo el abrigo marrón que llevo. Siento que el mundo se detiene por unos minutos. Cuando no está fatigado y habla bien, tiene una voz delicada y hermosa. Cruzando la calle hay un grupo de personas cantando Do you hear what i hear con un Santa. La gente se detiene a escucharlos cantar mientras nosotros aún seguimos mirándonos, Ryan esperando mi respuesta. 

—Soy Miley.

—Hola, Miley —Ryan me da una de sus hermosas sonrisas y se voltea para seguir su camino.

No sé por qué, pero lo detengo. No puedo dejar que esto acabe aquí. 

—Oye, ¿aún quieres que te diga un lugar para que puedas terminar tu trabajo?

—Claro, muchas gracias.

🎄🎄🎄🎄🎄

Ya llevamos como unas dos horas caminando y hablando. Le enseñé algunas cafeterías y librerías en donde pudiera quedarse, pero no le gustaba el ambiente. Me contó que es escritor y que tuvo que venir a la ciudad porque su editor lo obligó. Se había criado en una ciudad pequeña no muy lejos de aquí, allá no celebraban las fiestas porque creían que era un beneficio para las tiendas y que había una mejor manera de gastar dinero. Lo que hacían era celebrar el día de Acción de Gracias para agradecer por un año nuevo, ya que tampoco celebran la despedida de año. Dijo que las familias se quedan en sus casas y hasta que no terminen los alborotos de los pueblos vecinos no salen. Me parece curioso el ambiente en donde se había criado. Yo, por otro lado, me crié en un ambiente en el que las fiestas navideñas duraban días. Bueno, cualquier cosa la celebrábamos.

Ya casi llegamos a un parque que me encanta. Tiene una venta de árboles de pino para recaudar dinero para la academia de baile. Cuando llegamos hay un grupo en la entrada cantando otros villancicos. Había una fila al lado para sacarse una foto con Santa, unas niñas vestidas de cascanueces le daban chocolate caliente a los que estaban en la fila. 

—Vamos, te va gustar.

—No me gusta el olor a pino.

—A ti no te gusta nada —le digo mientras lo tomo de su mano fría y lo arrastro hacia adentro. Goofy está dando vueltas de la felicidad, la última vez que vinimos fue para buscar nuestro árbol. 

Todo estaba tan bien decorado. Había árboles de diferentes temáticas, decoraciones por aquí y por allá. Todo se veía tan mágico, estar aquí se sentía diferente en Navidad, como si por un momento la vida cambiara y se volviera todo felicidad y magia. Llevo a Ryan a donde está el árbol grande de Navidad. Hoy, víspera de Navidad, harían un encendido que cada año me encanta más que el anterior.

—En esta máquina puedes poner la música que quieras, se llama gramola y…

—Sé qué es una gramola, aún la utilizan en casa.

Me rio de su comentario y busco una moneda para poner una canción. 

—¿Qué es eso? —pregunta Ryan. 

—Es música navideña —le digo mientras doy una vuelta con Goofy, que bailaba. 

—Sí, pero es extraño, no tiene un ritmo como los otros y habla dos idiomas a la vez.

—Es Feliz Navidad de José Feliciano, en inglés y español. Es una canción de siempre en mi país y, como hablamos los dos idiomas, pues es normal. ¿Por qué te molesta?—dejo de bailar con Goofy para acercarme al amargado caballero que me mira extrañado. 

—No es que me moleste, es que no es lo que se escucha normalmente.

—No es lo normal que tú escuchas. Pon una canción navideña tú a ver qué tal —le digo, dándole una moneda.

Él saca una de su bolsillo y me devuelve la mía. Por la gramola empieza a sonar It’s the most wonderful time of the year.

—Muy común —lo tomo otra vez de la mano y lo llevo a ver los árboles. 

Aún hay varias familias eligiendo sus árboles. 

—En casa se decora desde octubre —le cuento—. Nos saltamos Halloween y quitamos la decoración casi en febrero, después de las fiesta de las octavitas; y algunos pueblos tienen las fiestas patronales.

—El árbol se pone después de Acción de Gracias y se quita para despedida de año. 

—¿No que tú no celebras la Navidad?

Seguimos hablando de cómo es la Navidad para nosotros con nuestras familias. Hace dos años que no paso esta festividad con la mía. Después de unos problemas que tuve, decidí comenzar de nuevo en otro país, y mi familia se molestó porque los dejé atrás. Siempre había mantenido la comunicación, pero llegó un punto en el que ninguno me respondía los mensajes y llamadas. Con la única que sigo teniendo comunicación es con mi madre. La he invitado a venir conmigo por unos días, pero me sale con que ella nunca podrá dejar el nido que tanto trabajo les tomó construir.

Le enseño a Ryan los diferentes árboles de pino y cuál es mejor comprar. Él solo me escucha y de vez en cuando me detiene para hacerme una pregunta. La verdad es que no sé si me está escuchando, pero me siento feliz de estar con alguien en un día como hoy. De la nada, me acuerdo del manuscrito que tiene que entregar, lo estoy distrayendo de su trabajo y ahora no podrá terminarlo a tiempo. 

—¡Perdón! Se me olvidó por completo tu libro. Si quieres ve a terminarlo, me quedé hablando bobadas de árboles y se me olvidó llevarte a un lugar que te inspire —saco mi teléfono para buscarle un uber, pero Ryan toma mis manos entre las suyas, sonriéndome de verdad. 

—Está mejor que escribir solo. Por favor, continua, ya tengo lo que necesito para terminar el libro.

Motivé a Ryan a comprarse un árbol para su apartamento. Acordamos que después de ver el encendido iríamos a su casa a decorarlo. Sería su primer árbol, sería su primera Navidad y la mía en esta nueva ciudad. Seguimos caminando y jugando con Goofy. Mi perrito y Ryan se llevaban muy bien, eso me daba una buena vibra y mucha felicidad. Nos sacamos una foto con Santa, yo me senté en su falda y Ryan tomó al hombro a Goofy. Cuando vi la foto, lo primero que pensé fue que parecíamos una familia. Ryan todo de negro con su hermosa sonrisa, cargando a un Goofy que también sonreía sacando su lengua, y yo  vestida con diferentes colores, mi pelo rizo tapando las orejitas de reno que me puse para la foto. Pareciera que nos conocemos de siempre. Cuando dan el primer aviso para el encendido del árbol, pedimos que nos guarden el árbol de Ryan y vamos a buscar un buen sitio.  Quiero que él pueda verlo de cerca y le guste. En lo que esperamos, lo intento convencer de comprar unas luces para ponerlas en el árbol. Yo pararía primero por mi casa para buscar una botella de coquito que hice los otros días y los ingredientes del tembleque para enseñarle lo bueno de la Navidad de mi isla.

Ya ha comenzado la actividad. Esta es la primera vez que veo a tanta gente, todos se ven muy emocionados. Suenan unas campanas mientras entran en puntillas unas niñas pequeñas con sus tutus rojos, después le siguen unos caballeros de cascanueces con unas bailarinas más grandes con vestidos un poco más largos, blancos como la nieve. Se ponen alrededor del árbol, los de los villancicos comienzan a cantar Do you hear what i hear. Ryan y yo nos miramos al mismo tiempo riéndonos, ya que nos recordamos de cuando nos vimos esta mañana en la que no nos caímos bien. Unos fuegos artificiales pintan el cielo. Goofy se asusta, pero Ryan ya lo está calmando antes de que yo lo intente. Y sí que se tranquiliza. El parque se alumbra con las hermosas luces y el árbol ilumina la ciudad entera.

🎄🎄🎄🎄🎄

Ya en el departamento de Ryan, ponemos las luces en el árbol mientras tomamos coquito en unas tazas de shot. Goofy está durmiendo en el sofá sin molestarle nuestras risas de locos. Por la ventana entra un viento frío que me asusta. Ryan va a cerrar la ventana, pero se queda en seco por unos minutos, mirando al frente. 

—¿Está todo bien? —me paro para acercarme, pero Goofy se levanta y llega donde Ryan antes.

—Mira esto.

Cuando me acerco a la venta logro ver que está cayendo nieve. Abajo hay niños haciendo ángeles en el suelo, otros jugando a tirarse bolas de nieve y otros haciendo un muñeco de nieve. El reloj de la capilla de enfrente marca las doce de la noche, haciendo sonar las campanas. 

Unos labios rojos y fríos tocan los míos. Al principio me quedo anonadada, hasta que me atrevo y le sigo el baile lento a Ryan. Sabe a coquito con canela. Tenemos que parar cuando Goofy empieza a ladrar porque no le hacíamos caso; le había caído nieve en la nariz. Nos reímos y abrazamos a Goofy para protegerlo del frío. Después de mucho, estoy pasando la Navidad con alguien que me hace sentir feliz de verdad, y llena mi sonrisa de regocijo. 

—Feliz Navidad —me dice Ryan. 

—Feliz Navidad.

La.Corcheta
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