Maquenkhe
Padre: Ave Maria purísima.
Esclavo: Sin pecado concebido. Padre, me confieso, confieso que soy la piedra de tropiezo que explica el apóstol Pablo. Confieso que, sin querer, hago pecar a todos. Al punto que he decidido guardarme, padre, tapar mi cuerpo para que el mundo no arda en su prejuicio, y que mi conciencia pueda descansar algún día en tus delicados pastos. Todas las semanas vendré aquí; hasta que la maldad deje de ser negra, hasta que no se trabaje como negro, hasta que me vean sin pensar que les puedo robar.
Perdóname, padre, porque peco por naturaleza. Quizá ya esté condenado, quizá sea yo parte del mundo que ha sido derrotado por Jesús. ¿Por qué en la capilla no hay ángeles negros? Será que el cielo fue el primer modelo de segregación.
Perdóname, padre, si lo estoy haciendo pecar. Confieso ser la mala suerte en cuatro patas, la magia que destruye, los mercados ilícitos. Me tocó ser la parte más oscura de la noche.
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por esto vendré acá todas las semanas, hasta que el mundo se entere de que su salvador fue negro. Amen.
Padre: Tus pecados han sido absueltos.
