Emilia
Arropadas de escamas tengo la piel
y la mente.
Me pierdo entre ellas
como si fueran las paredes de un laberinto,
un laberinto que se formó con el viento
y con el tiempo
y con los daños
y los tormentos
que se llevaron consigo la arena suelta
de la playa de mi ser,
y la dejaron varada en alguna esquina
de mi cuerpo o de mi mente
que aún no conozco…
Busco, miro, grito y ruego,
pero nadie escucha, nadie contesta,
y las escamas se ríen y se burlan
a carcajadas como marejadas
que continúan robándome la arena suelta.
Intento visitar otras playas
para recuperar mi arena perdida,
pero solo consigo llenar espacios
que con arena se inmovilizan,
y gozan las escamas y me aprieta la vida…
Ya no soy dueña de mi cuerpo,
ni de mi piel,
ni de mi mente:
de nada soy dueña…
Espero.
Pero esperar me llena de hastío,
porque la vida continúa
y las escamas crecen,
la arena suelta desaparece
y yo, que carezco de branquias
y de pasión por las aguas,
me aferro a la tierra,
ignorando la realidad
como ella me ignora a mí,
rechazando las ansias de convertirme en pez
para aprender a amar mis escamas
y olvidarlo todo
y preocuparme solo por seguir el instinto animal…