Alondra Iris
31 de octubre de 2022
Querido diario,
Todavía no sé si fue el mejor o el peor día de mi vida.
Todo comenzó con mi hermana despertándome a las cuatro4 de la mañana diciéndome que la llevara a la universidad. ¡Hoy yo, no tenía clases! ¡Mi única clase que no suspendieron era virtual! Me molesté, claro que me molesté;, quería dormir, pero justo esa noche nuestra perrita decidió escaparse de su jaula y rompió los espejuelos de Coral, mi hermana. No sabía si enojarme o reírme, jamás me hubiera esperado que eso pasara. No me quedó de otra que llevarla conmigo porque como se están acercando los finales, no puede faltar.
Llegamos a la universidad y yo me quedé un rato durmiendo en la guagua, de por sí que tenía mucho sueño, ella es la que guía de Vega Baja a Santurce y yo la vuelta, así que estaba peor. Después me fui a los gacebos frente a la biblioteca a coger mi clase de psicología. Mi sueño se quitó cuando la profesora anunció que íbamos a discutir el examen grupal de la semana pasada. ¡Mi grupo fue el único que tuvo todos los puntos!
Luego me puse más feliz cuando de la nada mami nos escribió diciendo que acababa de comprar el juego de sala para nuestro departamento. Quizás para otros eso sea normal, pero tú sabes bien que eso es algo para celebrar en casa. Creo que el juego de sala que teníamos se fue con el huracán María, no recuerdo bien, pero por fin nuestro hogar se sentiría como un hogar. Hemos pasado unos meses muy difíciles en casa, el que mamá haya decidido hacer eso sé que fue muy sacrificado y de corazón. Es un paso hacia la vida que siempre hemos querido tener, sencilla y bonita.
Justo cuando todo estaba yendo a la perfección, exploté uno de los cristales de la guagua en un mal viraje que hice. No lo podía ni creer. Lloré y grité mucho.
Yo no quería ni llamar a mami, le dije a Coral que lo hiciera. Pero antes de hacerlo, ella sintió que debía llamar primero al pastor por alguna razón y lo hizo . El pastor luego llamó a mamá y mamá luego me llamó a mí… No creo que haga falta decir qué fue lo que me dijo…
En la conversación hubo muchos momentos de silencio. Lo único que yo podía decir era perdón. Lo repetía una y otra vez por el coraje que tenía conmigo misma. Cuando al fin las cosas pintaban bien para la familia, yo la cago. Después de que mamá colgó, lo único que hice fue gritar. Trato tanto de no ser una carga, de hacer orgullosa a mamá, de darle la paz de que a pesar de todo estoy bien y que voy a ayudar a la familia a salir hacia adelante. Ni siquiera me importaba el dinero que tuviera que pagar o el regaño que me dio, lo que me frustraba era dañar este día, crearle una carga innecesaria a mami.
Una parte de mí me decía que gritara más y más fuerte cada vez. Me sentí bien gritando. Pero en mis gritos me acordé de Dios luego de todos esos meses de batallas en mi familia. Por eso había otra parte de mí que me decía que me callara, que llorara en silencio, que llorara y orara. Sin embargo, no se sentía del todo correcto, he pasado gran parte de mi vida callada y llorando en la soledad y estoy cansada de eso.
Al final sí grité, pero fue diferente. Lo único que podía gritar era “¡Señor! ¡Señor!”, esperando, añorando del que me han enseñado desde pequeña apareciera de una vez.
En el camino a IKEA le pregunté a mi hermana qué le había dicho el pastor. Resulta ser que ayer él tuvo un accidente similar y todo el cristal se le explotó. Dijo que tenía un amigo que le cambió el cristal en el momento a un precio muy económico, hablaría con él para que nos hiciera el favor mañana mismo. De mil que le saldría la jugada a mamá, el amigo del pastor nos cobraría solo doscientos y el mismo pastor nos donaría ochenta. Ciento veinte es justo lo que tengo en mi cuenta. Parece coincidencia, ¿verdad? Creo que esa fue la primera vez que le dije gracias a Dios, sinceramente.
Coral se tiró un chiste tan bobo que me hizo reír. “Si lo pintamos con marcador, vamos a tener un mosaico. Ni Tesla tiene esa finura”. Siguió haciendo chistes y hablándome. Sé que lo hizo para distraerme, debería darle las gracias después de escribir.
Llegamos a IKEA, mami no estaba sola, estaba con mi abuelo. “Peor”, pensé. Estaba segura de que haría todo tipo de comentarios innecesarios. No dijo nada, se mostró comprensivo, incluso me compró unos dos cinnamon roll para hacerme sentir mejor. Nunca había hecho eso. Lo mismo con mamá, ella me abrazó.
Entramos a la tienda y el guardia de seguridad se enamoró de Coral. Fue como en las películas, se embelesó bien cañón. Ignoró completamente el hecho de que yo estaba en el medio y habló directamente con ella. Fue bien cómico.
El muchacho que nos atendió en la caja le entregó casi todo a mami, solo faltaban las lámparas. Dijo que no podía dársela porque no estaban en stock. Mami echaba fuego, justo se había pintado el pelo de rojo en estos días. Pidió que le devolvieran ese dinero porque no hacía sentido que le vendieran algo que no estaba en la tienda. El pobre hombre sufrió lo que debió haber caído en mí.
Ayudamos a mi abuelo a subir todas las cosas a su guagua.
Llegamos a la casa del pastor y por poco tengo otro accidente . El portón de su garaje es eléctrico, pero no detecta si hay un carro en medio y estuvo a punto de pincharnos. Es que no salgo de una para meterme en otra.
Abracé bien fuerte a mi pastor.
Tuve que ir con mucho cuidado a casa, es Halloween y en la urbanización de al lado siempre hay un revolú.
Empezamos a cocinar cuando llegamos a casa y ya eran como las ocho de la noche. Por poco quemo la carne y se me cayó la mayonesa.
El final fue diferente de lo que esperé. Nos sentamos recostadas de las cajas de los muebles mientras vimos una película en el televisor que estaba en el piso, vimos el Libro de la Vida.
Ahora que escribí todo lo que pasó hoy, en definitiva tuve un día de locos. No sé si estoy loca, nunca lo había sentido antes, pero creo que Dios estuvo con nosotras en todo el proceso. Debería ir a orar, hace mucho tiempo que no hablo con Dios. Tal vez, espero que ocurra algo.