Alma Datil Calderón
La noche calla
y la ropa toma siesta.
El cantar de nuestros suspiros
retumba en las paredes de la habitación.
La cama rechina un arrullo.
La luz de la luna se cuela por la ventana
mientras le hacemos una danza a su llegada.
Un puño repleto de mi melena
y tus dedos en un cha-cha por mi piel.
Tu lengua va dejando tajos por mi quijada,
bajando de mis cimas,
cortando camino en mis laderas,
hasta colarse por el riachuelo de mi llano.
Tus vientos revolcando mis arbustos.
Procedes a lamer mis labios.
Un picaflor tomando del néctar.
Mi cabeza hundida en la almohada
y mis uñas incrustándose en tus hombros.
Gimoteando en el placer
desprendo mis frutos.
Te aproximas a mi boca,
haciéndome saborear mis jugos.
Mis piernas como pétalos de flor en primavera
y tú, avispa polinizando mis flores.
Nuestros luceros se encuentran
en medio del camino.
Me pierdo en tus pupilas,
tus lunares, tu nariz, tu sonrisa
embistiéndome con furia,
besándome con ternura.
Llegamos al sumo del espasmo.
Cascadas de azucenas blancas
bajan por mis muslos.
Quedo anestesiada
por el aroma a café
que desprende tu piel.
Nuestros labios sellados
en un abrazo de inocencia
con el sol en cuclillas.
(Imágen: pintura realizado con café por Alma Poética)
