Mariposa encima de una lápida.

Una chica silenciada

"El hombre se paró con cuidado de no caerse y se inclinó para ver qué había dentro de la tumba."

Gabriela Enid Morales Hernández

—Promételo— la voz susurrante llegó a sus oídos, pero ella solo se podía fijar en la mano extendida hacia ella con una incisión en la palma.

La sangre brotaba lentamente, haciendo que las gotas cayeran en la tabla de ouija. 

—Tienes que prometerlo— esta vez la voz sonaba seria y con actitud.

Noah levantó la daga con la que la otra persona se había cortado, la cual estaba al lado de la tabla de juego. Se le quedó mirando al objeto punzante repleto de sangre, que no era suya, y entonces tomó su decisión. Alzó su otra mano, y la cerró sobre el filo. Agarró fuertemente la empuñadura del arma y deslizó el filo por su palma, provocando una herida. La chica ni siquiera se inmutó por el dolor, quizás porque no sabía qué era peor: la herida que se estaba provocando o la promesa que estaba haciendo. 

Una vez hizo la incisión, Noah devolvió el objeto punzante a donde había estado. Acercó su mano sangrante hacia la de la otra persona y se la estrechó con firmeza mientras se miraban a los ojos mutuamente.

—Te lo prometo.

—Levántate, cariño, se te va hacer tarde para ir a la escuela— escuchó la voz de su madre y luego la puerta al cerrar. Noah abrió los ojos para confirmar que sí iba a llegar tarde a la primera clase si no avanzaba a alistarse. Se sentó en la cama para estirarse, queriendo después levantarse de ella, pero un movimiento en la ventana la hizo detenerse en seco. Allí, vio a una persona de espaldas, vestida completamente de negro. Su cabello no se podía ver; tenía un abrigo con la capucha sobre la cabeza. La chica iba a reclamarle a quien fuera la persona, pero se vio interrumpida nuevamente, esta vez por su celular. Agarró el dispositivo y leyó el mensaje que le habían enviado: 


—Mi parte está hecha. Recuerda tu promesa.
-X-

Su cabeza le empezó a doler y comenzó a ver imágenes. Una voz le llegó a su mente. El recuerdo de la promesa que había hecho ahora se hizo más vivo. 

—No —susurró—, no puede ser.

Negó con la cabeza, tratando de olvidar lo que había hecho. Soltó el celular y miró hacia la ventana y notó que aquella persona desapareció. Decidió que había sido suficiente paranoia por esa mañana. Se levantó de la cama para alistarse para la escuela. 

—Tengo mejores cosas que hacer— pensó, a la vez que revisaba su armario. 

De camino a la escuela, Noah analizó el porqué hizo aquella promesa. Ella era una chica sencilla; una rubia de ojos verdes y tez blanca a la cual solo le importaba enorgullecer a sus padres. Una chica que no se daba cuenta de muchas cosas; hasta que un día conoció a Samantha. 

Era la típica chica bonita que todos los chicos de la escuela deseaban: pelo negro, ojos azules, una bonita sonrisa, curvas y demasiados secretos. Ella se convirtió en su mejor amiga y en la persona más importante de su vida. Gracias a ella, supo que su padre le era infiel a su madre y que esta se ahogaba en alcohol en vez de pedirle el divorcio. También le enseñó que la vida no era color de rosa; en cualquier momento alguien la iba a apuñalar por la espalda. Alguien muy cercano a ella lo había hecho. Por lo cual, pronto tendría claro el propósito de su objetivo. 

—Cariño, ya llegamos— escuchó la voz de su padre y sonrió para sus adentros mientras bajaba del auto. 

Noah se paró enfrente del instituto notando que nada había cambiado. Hace dos años que sus padres habían decidido mudarse a Nueva York con el pretexto de que Samantha era una mala influencia para ella. Pero, la realidad era otra. Ellos no querían que su hija se diera cuenta de los problemas que estaba teniendo su matrimonio. Así que, en vez de decirle la verdad, se mudaron al otro lado del país. Hoy, la escuela no era el lugar en donde necesitaba estar. 

Noah dio media vuelta y siguió caminando hacia su verdadero destino: el hospital. 

En una camilla de metal frío, se encontraba su mejor amiga. Su piel estaba más pálida de lo normal y entre ceja y ceja una herida de bala mortal. Después de un año desaparecida, había sido encontrada muerta. 

—Necesito saber a qué arma pertenece esta bala— dijo a la persona que estaba a cargo de la autopsia de Samantha, mientras miraba fijamente el casquillo. Devolvió la bala a donde estaba puesta y al lado de ésta colocó un billete de cien dólares. 

—Lo investigaré de inmediato— contestó el forense, cogiendo el billete y deslizándolo hasta guardarlo en el bolsillo de su pantalón. 

Cuando terminó la conversación con el doctor, Noah caminó hasta llegar a un parque cerca del cementerio principal del pequeño pueblo en el que vivían. Estuvo sentada en una banca de madera,  esperando por esa llamada deseada, la que pondría final a la promesa que juró cumplir. 

Esa llamada llegó.

—Te escucho —contestó su teléfono al primer timbre.  

Por fin una respuesta. El arma que se usó para matar a Samantha fue una GLOCK 19 y Noah sabía exactamente quién era la única persona en Agloe que tenía una. Luego de la llamada, envió un mensaje con una localización.

—Allí te espero a las 7:00 p.m.
-N-

Se suponía que ella se quedaría, que nunca me seguiría hasta aquí. Ahora no me queda más remedio que cumplir con lo prometido al hermano de Sam. Mientras, le daba vueltas al asunto en su cabeza, algo oscuro se apoderó de Noah, haciendo que esta se parara decidida a ir hacia el cementerio. Una vez allí buscó una pala, la arrastró a la parte más escondida del lugar donde los muertos descansaban y se puso a excavar toda la tarde hasta que llegó la noche. 

—Aquí estoy, cielo, como habíamos acordado.

La persona caminó, frunciendo el ceño, hasta donde se encontraba el agujero excavado. El hombre se paró con cuidado de no caerse y se inclinó para ver qué había dentro de la tumba. Se extrañó más al ver que no había nada. 

—Hiciste algo muy malo, papá. Ahora vas a pagar por ello.

Su padre se dio la vuelta con cautela al escuchar la voz de Noah, su hija. Él trató de hablar, pero Noah arremetió contra el hombre, dándole con la pala en la cabeza. Este cayó en su propia tumba, inconsciente. Noah había cumplido su promesa. 

La.Corcheta
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