Vanidad sobre amor, de Miah Santos León

"Álvaro cierra los puños sobre la tierra y se los acerca al rostro para dejar que sus fosas nasales aprecien el olor a tierra húmeda, pero este solo espera volver a sentir el aroma de su nunca amada".

Y con esto me despido. Adiós, linda mujer, nos volveremos a ver donde no haya hipocresía. Aunque sea en la tumba fría, yo siempre te he de querer.
—Tanta Vanidad, de Canario y Su Grupo


En un día nublado, que muestra indicios de lluvia, Álvaro está parado frente a una lápida con un ramo de flores amarillas. La piedra sobre la tierra está sucia, descuidada y llena de moho, que cubre parte de la escritura dedicada a la persona que yace bajo tierra. “Georgiana Rodríguez, amada hija y esposa”, son las palabras que decoran tal piedra deprimente. Las fechas se borraron con la suciedad, pero ¿quién quiere recordar cuando alguien se va?

Álvaro se arrodilla y deja el ramo sobre la tierra que cubre el ataúd. Su mano se posa sobre la lápida e intenta limpiar el moho de las fechas. Es imposible.


La lluvia está por llegar, pero Álvaro se piensa quedar. Acomoda como puede el ramo. Sus ojos grises se ven nublados como el clima, solo que estos sí dejaron caer gotas de lluvia salada. La sufre como si hubiera sido ayer que partió de este mundo. Imagina que esta misma mañana la vio caminar frente a su casa y él se dedicó a tirarle unos piropos inofensivos. Qué buenos tiempos, donde todo joven adulto creía haber encontrado el amor de su vida. Álvaro sí encontró al suyo.


—¡Ay, mi linda mujer! Tanto tiempo sin vernos, y te extraño más que ayer y menos que mañana.


Álvaro cierra los puños sobre la tierra y se los acerca al rostro para dejar que sus fosas nasales aprecien el olor a tierra húmeda, pero este solo espera volver a sentir el aroma de su nunca amada.


—¿Recuerdas cuando nos vimos por primera vez? Cruzamos miradas tal y como se cruzan los caminos. Tu mirada pasó por la mía por segundos, pero la mía se quedó en la tuya por siempre.


Sus ojos rojos miran alrededor de la lápida, notando que no hay una sola flor seca. Siente asco.

Toma un puñado de tierra y lo arroja a un lado. Cómo no pensar en el hombre que le quitó el amor de su vida. Georgina terminó casándose con otro hombre que ni siquiera se digna a dejarle una simple, mísera flor roja. ¿Tanto lo quería o solo eran sus riquezas lo que perseguía?


—Aún recuerdo ese día en el que te hablé por primera vez en mi vida. Temí tanto que me rechazaras, y fue justo lo que ocurrió.


Álvaro cierra los ojos, viajando por sus recuerdos.


—Donde solo me dijiste… “No puedo conformarme con tan poco, Álvaro. Miguel es el hombre que lo tiene todo, y yo, como la piedra preciosa que soy, lo merezco todo, ¿no crees? Un diamante no puede conformarse con una piedra hueca.”


Álvaro abre sus ojos cuando siente la lluvia caer por su rostro. Regresa a la realidad, dejando de pensar en lo que alguna vez escuchó de los labios de quien consideraba el amor de su vida.


—Y con esto me despido, mi linda mujer. Yo aquí, con 60 años, y aún llorándote. Es hora de vivir la vida que dejé atrás… con mi esposa y mis tres hijas.

La.Corcheta
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