una persona sentada en el piso con un libro

Un vampiro sediento de un ángel (Segunda parte)

"Paró de repente cuando vio la  puerta que decía: Ocultismo,Sabrina. "

Gabriela Enid Morales Hernández

Alma estaba en la ducha dejando que le cayera agua. Estaba pensando en su etapa universitaria. A medida que crecía la habían cambiado tanto de escuela que ya no se acordaba de los nombres de sus antiguos maestros ni mucho menos de sus compañeros de clase. Esta vez, sería diferente, no quería seguir huyendo.

Siempre la cambiaban por la misma razón, ella no encajaba con los demás. Todo el mundo pensaba que ella era rara solo porque estaba obsesionada con los vampiros y los ángeles. Siempre había creído en ellos. No sabía porqué creía en ellos si ni siquiera había visto a un ángel y mucho menos un vampiro. Ese pensamiento estaba constantemente en su cabeza dando vueltas. 

Keira entró al baño interrumpiendo los pensamientos de Alma. 

— ¿En qué estás pensando?

Alma había olvidado cerrar la puerta de cristal del baño. Cerró el grifo y se pasó las manos por el cabello rubio que ya le llegaba a la cintura. 

— Solo pensaba en mi carrera —. Alma volteó la cabeza y se quedó mirando a Keira a los ojos. — A propósito, ¿me trajiste el jabón? 

— Sí, toma. 

Alma tomó el jabón y comenzó a lavarse. Keira se fue, dejándola sola. Ella era una excelente niñera y la mejor amiga que podía tener. Siempre estaba pendiente de todas sus hermanas, pero especialmente de ella. 

Alma terminó de bañarse, salió de la ducha, se vistió y bajó las escaleras. Con la primera que se encontró al pie de las escaleras fue con su hermana mayor, Adrienne. 

— Hola, hermana. ¿Estás lista? — Adrienne le dio un abrazo fuerte como si no se volvieran a ver nunca. 

De todas sus hermanas la más apegada era Adrienne. Siempre estaba dándole consejos y diciéndole que cuando se enamorara fuera de la persona correcta. Eso no era una preocupación, ella no estaba interesada en el romance.

— Sí, hermana, estoy lista — Alma se separó un poco y su hermana le acarició la mejilla con el dedo. 

— Buena suerte, hermanita. 

Alma le dio otro abrazo rápido y se fue a la cocina por algo de comer. Allí estaba su padre como siempre con pantalones de cuero, una camisa y sus botas, la mayoría del tiempo vestía de negro. La camisa era ajustada y marcaba perfectamente su musculatura, eso y su estatura lo hacían realmente intimidante. Tenía ojos amatista igual que ella, y el cabello negro corto. 

— Hola, papá. ¿Cómo estás? — Lucien se le acercó y la rodeó con sus fuertes brazos. 

— Muy bien, mi niña — Alma le devolvió el abrazo a su padre y luego se separó un poco para mirarlo a los ojos. – ¿Y tú, hija, estás lista para ir a la universidad?

— Sí, estoy lista. 

Lucien miró su reloj. Eran las 7:45 a.m. y Alma entraba a las 8:00 a.m. Le dio un beso a su hija en la frente y otro abrazo. 

— Es mejor que te vayas. Se te va a hacer tarde. 

Observó cómo su padre salía de la cocina. Se acercó a la mesa y tomó una manzana verde de la canasta de frutas. Miró el reloj. Sabía que iba tarde a la primera clase. Subió a su habitación rápidamente, cogió su mochila y las llaves de su carro. Bajó casi corriendo las escaleras, entró a su auto, encendió el motor y aceleró. Suerte que estaba aparcado en la entrada listo para salir. Cuando llegó a la universidad se sorprendió de cómo era todo, totalmente diferente a lo esperado, esta era de estilo gótico y con un aura misteriosa. Ahora, entendía porque su padre insistió que estudiará allí, ese lugar encajaba totalmente  con ella. Además, su padre le había dicho que está universidad era muy buena y los profesores muy disciplinados. 

Aparcó su auto y se dio cuenta de que había llegado cinco minutos tarde. Cogió su mochila, salió del auto y le puso la alarma. Sacó un papel de la mochila que contenía los horarios. La primera clase terminaba a las 9:11 a.m. con la señorita Sabrina. La  clase era de Ocultismo. Guardó el papel en la mochila y salió corriendo. 

Siguió corriendo, pero se dio cuenta de que no había nadie por los pasillos y todo estaba en silencio. Paró de repente cuando vio la  puerta que decía: Ocultismo,Sabrina. 

Tragó saliva antes de poner la mano en el pomo de la puerta. Cerró los ojos, entró al salón y cerró la puerta detrás de ella. Sintió muchas miradas observándola. Se sentía ridícula. 

— Llega tarde, señorita Alma — abrió los ojos de par en par y vio que la profesora estaba al frente de ella y muy enojada. 

— Lo siento, señorita Sabrina. No era mi intención hacerla enojar — Alma estaba un poco nerviosa. Era su primer día de clase y había empezado las cosas mal, pero dio un suspiro de alivio cuando vio a la profesora cambiar la expresión de su cara, de enojada a una sonrisa de oreja a oreja. 

— Me gustan mucho las chicas con modales. Eso habla muy bien de su familia. Creo que usted y yo nos vamos a llevar muy bien, señorita. 

— Alma, solo Alma, por favor.

— De acuerdo, Alma. Puedes tomar asiento. — La profesora señaló un lugar  en la primera fila con la cabeza, y dio media vuelta para escribir en la pizarra.

Al momento de darse media vuelta para ir a su lugar, alzó la mirada y se encontró con unos ojos negros de piedra obsidiana. Eran los  ojos de un chico de unos veinticinco años con casi dos  metros de estatura. Tenía el cabello corto negro, casi al rape. Llevaba una camisa del mismo color de pelo y los ojos, de mangas cortas y estaba tan ajustada que podía ver sus músculos. El chico era increíblemente sexy. 

Después de estar varios minutos hipnotizada por esa mirada, agachó la cabeza avergonzada de estar tan embobada y mirando a un chico que era un total desconocido para ella. Cambiando de opinión por esa mirada intimidante decidió sentarse en los asientos más alejados  de aquel joven. 

— Buenos días, estudiantes. Soy la señorita Sabrina. Bienvenidos al mundo del Ocultismo —mientras la maestra hablaba, Alma volteó la cara y de nuevo se quedó observando a aquel chico como si él se hubiera dado cuenta de que ella lo estaba observando, volteó la cara hacia ella y le sonrió. 

Alma se sobresaltó cuando sintió a alguien llamándola. Volteó la cara de nuevo para ver quién la estaba llamando y se sorprendió al ver quién era. Al frente de ella estaba su mejor amiga, Jessie.

A Alma le habían prohibido volver a verse con su mejor amiga, Jessie, y con su mejor amigo, Gabriel, que por cierto se sorprendió al no verlo con Jessie. Los tres siempre se la pasaban juntos y aunque les prohibieron verse, ellos se comunicaban a través de emails. Pero, ¿en dónde diablos estaba Gabriel? 

— Estoy aquí — miró detrás de ella al escuchar la voz ronca cerca de su oído. 

Ahí estaba Gabriel. No lo podía creer, se había sentado y ni siquiera se había dado cuenta de que sus mejores amigos estaban allí. Ósea no iba a tener que conocer nuevas personas para poder tener amigos, sino que tenía a las personas que siempre habían estado con ella en las buenas y las malas. 

— No sabía que ustedes… — los señaló a los dos con el dedo — estaban aquí. 

— ¿Qué? ¿No te alegra? — preguntó Gabriel con el ceño fruncido, —era tan lindo cuando hacía eso—. 

— Claro que me alegra, — dijo Alma mientras los miraba a ambos. 

— Es solo que… —  una figura los interrumpió haciendo que los tres voltearan sus caras y se encontrarán a Sabrina frente de ellos. 

— Veo que se llevan muy bien y eso me alegra, pero si no atienden a la clase voy a verme obligada a separarlos —. La maestra estaba furiosa y tenía razón para estarlo. 

— De verdad lo sentimos mucho. Le prometemos que no va a volver a pasar — Alma se disculpó por lo tres y se enderezaron para atender a la profesora. 

La señorita Sabrina volvió al frente y siguió dando la clase. Alma se quedó allí atendiendo a la clase y rogando que  las horas pasaran  rápido. 

***

Era la hora del almuerzo. Todos los estudiantes salieron menos Alma, Jessie y Gabriel. También se quedaron otros seis que parecían andar  juntos. Cuando se iban  a parar, la instructora los detuvo. 

— No. Ustedes se quedan. Necesito hablar con los seis — los chicos se volvieron a sentar. La instructora volteó y vio a Alma, Jessie y a Gabriel. — Ustedes se pueden ir. 

Se levantaron, cogieron sus mochilas y siguieron su camino. Jessie y Gabriel ya habían salido pero cuando fue a salir Alma, Sabrina la detuvo.

— ¡Alma! — dio media vuelta rápidamente y prestó atención a lo que ella tenía para decirle, por la postura recta y los brazos cruzados sobre el pecho, sabía que era muy importante —. Necesito que tomes esta clase en serio. Te conviene mucho.

Mientras pensaba en la extraña actitud de la profesora y cómo recalcaba cada palabra, alguien que se encontraba todavía en el salón carraspeó para llamar la atención. Alma volteó en la dirección donde provenía el sonido. Eran esos seis chicos que la señorita había detenido para que no salieran. Había olvidado que todavía estaban allí. 

— ¿Podemos salir? — preguntó una chica que tenía el cabello negro. Era muy bonita, tenía un corte militar y unos ojos fríos como el acero.

— No, todavía no pueden salir. Ustedes y yo tenemos un asunto pendiente. 

Al parecer a esos chicos les gustaban los problemas. Todavía no los conocía y podía imaginar que eran muy indisciplinados con solo ver la actitud de la chica al hacer la pregunta y lo que le dijo la profesora. Ya sabía que no eran unos angelitos. Todos aquí tienen actitudes diferentes y siempre andan en grupos. Hay algo sumamente misterioso sobre este lugar que se muere por descubrir. 

La profesora se volvió hacia ella sacándola de sus pensamientos. Alma sabía que si hacía algo mal la volverían a cambiar de universidad y ella no quería que la sacaran de allí porque había crecido una necesidad de describir más cosas sobre lo que sea que estuviera pasando allí.

— Ya se puede ir, señorita Alma —.Abrió la boca para mencionarle nuevamente que simplemente la llamara  Alma pero no quería ser grosera, así que cerró la boca y se fue. 

Jessie y Gabriel estaban sentados afuera en el pasillo esperándola. Nunca se hubiera imaginado que ellos rompieran la regla de no tener ninguna comunicación con ella. Aunque los tres siempre rompían las reglas. 

— Entonces, ¿nos vamos? — sus amigos voltearon la cara con una sonrisa traviesa y se pusieron de pie.

La.Corcheta
La.Corcheta
Articles: 196