Mi relación con la música siempre ha sido de oyente apasionada.
El taller de composición de canciones me prometía una inmersión completa en la creación de canciones, algo que, hasta ahora, había sido un misterio para mí. Enrique Infante, nuestro guía en esta travesía, es un músico y compositor que ha dedicado su vida a la exploración de la música. Durante la introducción, Infante nos mostró su profundo respeto por la música, particularmente a través del cajón peruano, un instrumento que no solo representa su historia y cultura, sino que sirvió como un puente hacia la composición. Infante explicó cómo el cajón, con su ritmo vibrante y esencia cultural, lo introdujo a otros instrumentos, desde la batería hasta la guitarra. Esto nos motiva a los curiosos a estudiar diversos géneros y épocas, desde la música popular hasta los juglares, ya que el conocimiento de la historia enriquece nuestra capacidad de componer.
Una de las primeras lecciones que Infante compartió fue que todo músico, en algún momento, ha imitado a sus ídolos. En su caso, The Beatles jugaron un rol fundamental en su formación. Estudiar cómo cantaban, tocaban y los instrumentos que usaban le dio a Infante las bases para crear. Nos explicó que copiar deliberadamente es normal, siendo un recurso de aprendizaje. A partir de allí, la experiencia y la práctica nos permiten soltar las riendas y explorar nuestra autenticidad. Infante nos recordó que el proceso es similar a cualquier disciplina creativa: se comienza siguiendo los pasos de otros, pero la verdadera creación surge cuando añadimos nuestra esencia.
“Debes fluir con la música y parar solo para respirar”, dijo Infante, citando a Mayra Santos. Esta frase se quedó conmigo durante todo el taller. En la creación musical, hay que aprender a estar en armonía con lo que sentimos y con lo que la música quiere expresar. No se trata solo de la técnica, sino de permitir que el proceso creativo fluya libremente.
Para Infante, la canción es una combinación de varios elementos con cada uno teniendo su rol específico. La melodía es la secuencia de notas que atrapa al oyente; la armonía une distintas melodías en un acompañamiento coherente y el ritmo establece el pulso que mueve la composición. Nos explicó cómo estos elementos funcionan juntos para crear algo que resuene en las personas, y si bien la letra puede enriquecer una canción, no siempre es necesaria. A veces, una simple melodía puede comunicar emociones sin la necesidad de palabras.
Otro de los puntos más impactantes del taller fue el énfasis en la autenticidad. “Una canción es como tener una conversación íntima con un amigo”, nos dijo Infante. Nos recomendó escribir desde la sinceridad, sin buscar impresionar, sino compartir una verdad. Nos explicó su técnica de “un verso de civil y uno de poeta”, un equilibrio entre lo cotidiano y lo poético para que la canción sea accesible y profunda a la vez. Esta técnica evita que la composición se vuelva demasiado recargada en una dirección u otra, permitiendo que cada oyente la interprete a su manera.
La última parte del taller estuvo dedicada a ejercicios prácticos que nos permitieron aplicar lo aprendido. En el primer ejercicio, escuchamos una canción de nuestro gusto y modificamos la letra, respondiendo a los versos para crear una conversación con la música. El segundo ejercicio consistió en rimar cuatro versos de ocho sílabas, lo cual, aunque suena simple, requirió precisión y creatividad. Finalmente, en el tercer ejercicio, creamos dos estrofas de cuatro versos, una con rima AABB y otra ABBA.
Al concluir el taller, sentí que había obtenido no solo nuevas herramientas, sino una apreciación más profunda por la música. Nunca eres demasiado viejo para aprender, como dijo Infante, y la música está en todas partes: en las calles, en el canto de las aves, en el baile de un niño… Esta experiencia me enseñó que la composición es una conexión con nuestro entorno y con nosotros mismos.
Ahora, cada vez que escucho una canción, no solo escucho la letra o la melodía, sino que pienso en el proceso que llevó a su creación. La música ya no es solo un entretenimiento, es una forma de comunicación que exige sinceridad y entrega. Aunque no todos seamos músicos, la vida misma tiene ritmo, armonía y melodía, esperando ser escuchada.