¿Qué es lo que tú estudias?, de Mia Nieves Reyes

"Un ego descontrolado no es señal de grandeza, sino un obstáculo para alcanzarla".

Después de un enfrentamiento entre un artista visual y un escritor literario, me encontré repasando los recuerdos de la interacción. Como la tercera parte en esta escena, fui lenta en reaccionar después de que se planteó una pregunta sencilla, repetida dos veces para mayor claridad: “¿Qué es lo que tú estudias?”

Luego de cinco semanas de esfuerzos compartidos, informes de progreso y discusiones interminables, la pregunta salió como algo despectivo, ignorante y afilado. Fue como un golpe con un atizador que nadie vio venir. Observé de cerca la quemadura de tercer grado, la piel derritiéndose del corazón del escritor, perforando su ser, como una aguja que atraviesa la tela. Vi cómo la vulnerabilidad de un compañero escritor fue expuesta de una manera que solo el arte puede lograr.

Esto ocurrió durante una de las reuniones del grupo, donde se suponía que discutiríamos el guion; pronto cobraría vida a través de ilustraciones. Todos estábamos llenos de emoción y anticipación por el proyecto. Después de tres semanas de escritura meticulosa y edición rigurosa, el guion estaba listo para ser entregado al equipo de ilustradores.

Mientras me preparaba para reunirme con mi propio ilustrador -para una discusión aparte-, me pidieron intervenir como mediadora. Esto, para resolver algunas dudas del equipo de ilustración. Asumí que sería una tarea breve, por lo que  acepté sin dudar. Lo que no esperaba era encontrarme en medio de un debate acalorado. No sobre el formato, como había supuesto, sino sobre el contenido y la calidad misma de la escritura.

Basta con decir que el asunto se volvió personal, algo que suele ocurrir en los proyectos artísticos. Por más profesionales que sean, son intrínsecamente personales. Se crean con sangre, sudor y lágrimas, dejando a los creadores emocionalmente ligados a su obra. Esta conexión tan humana hace que la colaboración sea más enriquecedora y volátil. ¿La mayor amenaza? El ego. 

El concepto del ego del artista ha sido explorado en diversos campos: Psicología, Literatura, Arte, incluso, en la Filosofía. Se relaciona con la tensión entre la autopercepción del artista y su recepción por parte de los demás. El ego es la mayor amenaza para la colaboración en proyectos artísticos, y esto se siente más aguda cuando los escritores deben defender su obra terminada —que ha pasado por varias revisiones de editores externos— ante ilustradores cuyo trabajo es representar visualmente esa obra.

La colaboración se basa en el respeto mutuo y en objetivos compartidos. El ego interrumpe este proceso, creando resentimiento. Erosiona la confianza, sofoca la creatividad y desvía el enfoque de la visión colectiva hacia lo individual. La innovación prospera en el intercambio libre de ideas, pero un entorno dominado por el ego desanima la experimentación y el diálogo. El ego suele llevar a debates innecesarios, plazos incumplidos o que los proyectos se desmoronen por completo.

Un ego descontrolado no es señal de grandeza, sino un obstáculo para alcanzarla. Movimientos artísticos como el Dadaísmo y el Surrealismo rechazaron el ego individual,  favoreciendo la expresión colectiva y logrando la innovación a través de la humildad. Salvador Dalí una vez afirmó: “Cada mañana, al despertar, experimento un placer supremo: el de ser Salvador Dalí.” Su ego alienó a sus colaboradores y llevó a su expulsión del movimiento surrealista. 

Cada peseta tiene dos lados. De igual manera, es importante destacar que, en la colaboración, un ego bien manejado puede ayudar a mantener altos estándares, motivar a otros y llevar al colectivo a logros más ambiciosos. Picasso dijo en una ocasión: “Dame un museo y lo llenaré.” Fue conocido por su confianza, que rozaba la arrogancia.  

Tener ego, cuando se maneja con humildad y equilibrio, puede ser beneficioso en el ámbito artístico. Un ego saludable fomenta la confianza, elemento esencial para presentar ideas innovadoras y defender el trabajo frente a las críticas. También permite a los artistas tomar riesgos creativos, superar el miedo al fracaso y mostrarse al mundo con una voz auténtica. Además, un ego consciente puede inspirar a otros, ya que la pasión y la confianza en el propio talento tienden a ser contagiosas.

Este viaje es retante. La altitud congela cada respiro que exhalamos. Tener que levantar conscientemente nuestros pies sobre un terreno desconocido que cambia con frecuencia, lleva consigo una incertidumbre que repela. Es aislante, pero solo si uno lo permite. Existen otros que van en la misma dirección y suben el mismo deslizamiento de tierra, dispuestos a ser el apoyo que puede mantener a uno motivado, especialmente cuando se enfrentan estos bloqueos o desafíos. El aliento de los compañeros puede reavivar la pasión y ayudar a superar los momentos difíciles.

Todo esto para decir que, si a un artista se le da un museo, debería llenarlo. Si no puede hacerlo solo, otros artistas deberían aprovechar la oportunidad. La mayoría de los artistas con ego han recibido un museo y ni siquiera llenan su propia exhibición.

La pregunta “¿Qué es lo que tú estudias?”, no solo fue un insulto hacia la humanidad del escritor, sino para el arte mismo de la escritura. Según Oxford Languages, la Escritura Creativa es “una forma de arte que va más allá de la escritura tradicional, permitiendo a los individuos expresar sus pensamientos, emociones e ideas.” Entonces, es una forma de arte y quienes la practican pueden ser considerados artistas. Además, define la Literatura como “obras escritas, especialmente aquellas consideradas de mérito artístico superior o duradero.” Por ende, quienes leen y analizan literatura pueden considerarse apreciadores del arte.

Como escritora, co-escritora, editora, coordinadora de proyectos,  entre otras de mis facetas, he visto el orgullo en los escritores. Donde hay orgullo, hay ego, lo cual puede llevar, tanto a la innovación, como a la alienación dentro de las comunidades artísticas. No se dedican años de  vida a exponer tu sangre, sudor y lágrimas en vivo, frente a una audiencia, siendo vulnerable en todos los sentidos, para que artistas que se benefician de formar parte de tu museo, menosprecien tu humanidad.

La escritura es mi medio. Es como sangro y me hago vulnerable para crear. La escritura es mi arte y la literatura es mi galería. Si alguien con una exhibición vacía tiene la osadía de cuestionarlo, le preguntaré: “¿Y tú? ¿Qué es lo que tú estudias?”

La.Corcheta
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