Me quedo sola en este cuarto blanco y viejo, de nuevo. Y pienso en aquella noche, que no quería recordar. Me siento molesta, porque el agresor no tiene ni idea de lo que nuestra mente, cuerpo y alma sienten. Y aunque no puedo hablar por todas, solo pensar en ellas y abrazarlas desde la empatía, sé lo que es sentirse acuchillada por un hombre, que estuvo cerca de mí, que me vio llorar y llegó a abrazarme. A algunas les pasa luego de que salen de fiesta en la madrugada; a otras, les pasa a la una de la tarde en la universidad; y a mí, en mi cama. La camita blanca donde dormía, leía, escribía y veía mis películas favoritas. Cuando ocurrió, pensé que había sido una pesadilla, la peor que había tenido; pero, al levantarme y mirarme en el espejo, vi una marca morada en mi cuello, de unos labios que no tenían permiso de estar ahí, unos que yo no consentí. Tuve que dormir en el piso durante meses, porque me daba asco mi cama, como si había larvas que podían entrar en mi cuerpo mientras intentaba cerrar los ojos. Los hombres me causaban repugnancia y sentía que todos me harían daño, como si me pudieran quitar la ropa con solamente mirarme. Todos podrían tener ese poder sobre mí y degustar mis senos pequeños y el lunar rojo que se acurruca entre ellos, las pecas que tengo en los hombros, mi ombligo hondo, los vellos rizados que tengo en el área púbica y mis nalgas, que nunca me han gustado y ahora menos. Perdí el enfoque en el trabajo y mis supervisores le hablaban a un fantasma. Pero, ¿cómo les podía hacer caso? ¿Cómo podía laborar después de que él escupiera mi cuerpo por unos minutos de placer? Recuerdo entrar a las redes sociales una semana después de que ocurriera y ver sus historias, donde salía bailando en las calles de Mayagüez.
O sea, que después de acosar a la mujer que supuestamente querías, te vas a bailar a una barra con tus amigos, mientras yo estoy con insomnio y apenas puedo mirar a los ojos a mi padre, porque por tu culpa, me siento insegura con todos los hombres.
Como mi historia hay millones y la cantidad de macharranes que son padres, tíos, abuelos, compañeros de trabajo y han agredido a mujeres sigue creciendo, sin repercusión alguna. Entre ellos ejecutan el plan, se esconden y se tapan, sin pensar en los cuerpos y mentes que han silenciado. Y entre nosotras, regeneramos nuestro ser que no ha sido amado durante mucho tiempo y abrazamos nuestro vacío, que no ha tenido unos oídos que lo escuchen ni unos brazos que lo sostengan.